jueves, 26 de agosto de 2010

Los juegos del hambre; de Suzanne Collins

"Quiero hacer algo ahora mismo, aquí mismo, algo que los avergüence, que los haga responsables, que les demuestre que da igual lo que hagan o lo que nos obliguen a hacer, porque siempre habrá una parte de cada uno de nosotros que no será suya."

SINOPSIS

Es la hora.
Ya no hay vuelta atrás.
Los juegos van a comenzar.
Los tributos deben salir a la Arena y... luchar por sobrevivir.
Ganar significa fama y riqueza, perder significa la muerte segura...
¡Que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!
Un pasado de guerras ha dejado los 12 distritos que dividen Panem bajo el poder tiránico del “Capitolio”. Sin libertad y en la pobreza, nadie puede salir de los límites de su distrito. Sólo una chica de 16 años, Katniss Everdeen, osa desafiar las normas para conseguir comida. Sus prinicipios se pondrán a prueba con “Los juegos del hambre”, espectáculo televisado que el Capitolio organiza para humillar a la población. Cada año, 2 representantes de cada distrito serán obligados a subsistir en un medio hostil y luchar a muerte entre ellos hasta que quede un solo superviviente. Cuando su hermana pequeña es elegida para participar, Katniss no duda en ocupar su lugar, decidida a demostrar con su actitud firme y decidida, que aún en las situaciones más desesperadas hay lugar para el amor y el respeto.
Hacía tiempo que quería leer este libro, aunque no más que el tiempo que hace que quiero leer otros muchos, y sin embargo éste de repente se coló en mi vida y fue aniquilado en poco menos de una semana. Por todas partes oía hablar bien de él, en el sentido de que enganchaba de principio a fin. Gente que se lo leía en menos de un día, cosas así. Yo no soy tan veloz, ni siquiera en mis mejores tiempos como lectora recuerdo haberme leído un libro en tan poco tiempo. Además, ¿por qué acabar tan bruscamente con una lectura placentera? Mejor disfrutarla el máximo tiempo posible, ¿no?


Para leer Los juegos del hambre otro libro (Juego de Tronos) tuvo que sufrir de abandono total durante esa semana. Dadas las circunstancias, voy a permitirme una comparación entre los dos. En ese espacio de tiempo noté que Los juegos del hambre me atrapaba aún más de lo que lo hacía Juego de tronos (hacía tiempo que no aprovechaba para leer mientras me lavaba los dientes, o que no hacía escapadas furtivas con la excusa de leer "solo un ratito, para descansar"). Pero yo considero que Los juegos del hambre hacía trampas. Me explico: el libro que nos ofrece Suzanne Collins es sin duda hechizante, pero no tiene una trama tan elaborada como Juego de Tronos. Claro que sorprende, claro que da giros, pero... no es lo mismo. También es verdad que ambos libros no tienen mucho que ver.


Lo que en definitiva intento expresar es que Los juegos del hambre es un libro que me ha gustado, sí; que me ha entretenido, sí; que me ha hecho pensar, también. La autora ha reunido en una sola historia varias ideas que, individualmente, aparecen en muchas historias, pero que si se juntan dan una mezcla explosiva. Sin embargo hay algo, una pequeña, nimia cosa que hace que para mi no sea completamente perfecto. Tan nimia que se me hace difícil de expresar, incluso me parece absurda, pero creo que es el hecho de que esté escrito de una forma muy normal: la autora se limita a contar hechos y, aunque sí que hay momentos emotivos (llegué a llorar), le falta a la receta una pizca de poesía, un no sé qué que le de más expresividad a las palabras. Resumiendo: que me he vuelto demasiado exigente, vamos.


Algo curioso es que cuando lo iba leyendo me recordaba un montón a La ciudad de la oscuridad, de Jeanne Duprau. Creo que era por el ambiente futurista y algo catastrofista.


Ahora toca ir a por la segunda parte, que dicen que es mejor...


Y hasta aquí puedo escribir.



viernes, 13 de agosto de 2010

Formas de almacenar lágrimas


Almacén nº1

A su lado conservaba un frasco de cristal. Lo tuvo tan fácil como agarrar el recipiente, desenroscar la tapa metálica y colocarla bajo su mentón. El candente líquido fue desembocando en las paredes del gélido cristal del tarrito y, de aquel restallar de torrente tórrido y solidez helada, nació un remanso de pócima tibia. Encerró la adquisición y depositó el mejunje en el estante correspondiente, con la etiqueta “RABIA”.

Almacén nº2

Un punto de humedad apareció en el edredón. A su lado, otro. Los contornos de ambos se abrieron paso por la tela y se juntaron, formando un gran círculo. Aquel ser estaba soltando sus penas, una a una. El punto grande y húmedo que manchaba su cama era su desgracia: la suma de todas sus penas. Si lo recortaba podría guardarlo en su bolsillo, o tirarlo y olvidarse de él para siempre.