jueves, 23 de octubre de 2014

La vida es buena si no te rindes; de Seth


SINOPSIS 
El título que supuso la consagración de Seth como autor es un inteligente ejercicio de ficción autobiográfica que narra la búsqueda, por parte del propio historietista, del paradero de un oscuro ilustrador de los años cincuenta. Una búsqueda que es, también, interior y de autoafirmación.
No sabía cómo enfocar esto, pero por fin he encontrado la manera. Así que aviso desde el principio: esto no es una opinión/reseña, sino una advertencia. No, vamos a dejarlo mejor en consejo: si alguna vez, en el escaparate de una librería, entre los estantes de una biblioteca, en un banco del parque, en la papelera de al lado del semáforo o encima de vuestra mesilla os encontráis con este libro, intentad desechar toda tentación de leerlo. Vuestra vida será un poco más divertida. 

Sé que La vida es buena si no te rindes es un título evocador, trascendental, filosófico; optimista, incluso. Pero hay que ir más allá. A veces el Ser Superior, sea el que sea, deja señales que hay que saber interpretar. Y en este punto, tengo que aclarar que, aunque en la foto de arriba no se vea, la editorial de este cómic/novela gráfica se llama de la siguiente forma: Editorial sins entido. Creo que sobran más explicaciones.

Lo mejor es que al personaje protagonista, que al parecer es el mismo autor, le gusta ir a librerías. Es un amante del mundo del dibujo y de los cómics y, un buen día, le da por interesarse por un dibujante concreto (cuyo nombre no recuerdo ahora mismo, y afortunadamente el libro era de la biblioteca) y se pone a coleccionar sus viñetas, de librería en librería, de casa en casa, en una aventura sin igual (ironía). Al final hay unas cuantas páginas dedicadas a los chistes gráficos de dicho dibujante y, algo positivo tiene que haber, me ha gustado que me trajeran a la memoria las revistas de cómics antiguas (pertenecientes a mi padre) que leía cuando era pequeña, en las que me gustaba siempre echar un vistazo a la sección de chistes.

Nostalgias a parte, creo que, a no ser que seas un gran amante de este mundillo, poco aporta La vida es buena si no te rindes. Es una especie de autobiografía en la que Seth se dedica a dar paseos de un lado a otro sin ton ni son, sin más hilo argumental que continuas referencias a personajes y autores (incluye de ellos un apéndice al final). Y como no sé mucho del tema, lo poco que me ha hecho ilusión han sido las menciones a Snoopy o a Tintín.




Después está el amigo del protagonista, ese de las viñetas de arriba con cara chupada, mucha frente y pelo largo. No sé si llamarlo personaje, porque personalidad tenía poca. Bien podría haber sido un amigo invisible, lo mismo hubiera dado que Seth hablara consigo mismo o con el aire. Sí, es muy posible que fuera un amigo invisible: siempre presente, siempre de acuerdo en todo lo que dice Seth, siempre riendo sus gracias incluso cuando no hacen gracia... Un recurso pobre, supongo, para conseguir que el protagonista pueda hablar y que la historia no sea una novela (o una anécdota, porque para novela no da) en vez de un cómic.

Ah, y el final es algo así como.

Una bonita estética, un título atrayente, una trampa en la que he caído. Me gusta dejar un resquicio para la esperanza, así que no diré que es para un 1/5, pero casi.

sábado, 18 de octubre de 2014

Una madre; de Alejandro Palomas

"Y, como un pequeño destello que ilumina apenas la oscuridad de esta zona del parque, se me ocurre de pronto que es posible que esta noche confluyan a la mesa de mamá momentos, energías y requiebros tan dispares, tan largamente reprimidos, que quizá –y solo quizá- lo que mamá lleva tanto tiempo esperando – esa noche de charlas fluidas y tiempo en calma- sea una pequeña playa a la que de pronto han de llegar los restos de varios naufragios, con sus baúles llenos de intimidades, ropa mojada y botellas con mensajes."

SINOPSIS
El retrato de una ciudad acogedora y esquiva a partes iguales, de una familia unida por los frágiles lazos de la necesidad y del amor y la mirada única de una mujer maravillosa en un momento extraordinario.Faltan unas horas para la medianoche. Por fin, después de varias tentativas, Amalia ha logrado a sus 65 años ver cumpli do su sueño: reunir a toda la familia para cenar en Nochevieja. Una madre cuenta la historia de cómo Amalia entreteje con su humor y su entrega particular una red de hilos invisibles con la que une y protege a los suyos, zurciendo los silencios de unos y encauzando el futuro de los otros. Sabe que va a ser una noche intensa, llena de secretos y mentiras, de mucha risa y de confesiones largo tiempo contenidas que por fin estallan para descubrir lo que queda por vivir. Sabe que es el momento de actuar y no está dispuesta a que nada la aparte de su cometido.Un cartel luminoso que emite mensajes desde una azotea junto al puerto, una silla en la que desde hace años jamás se sienta nadie, una Barcelona de cielos añiles que conspira para que vuelva una luz que parecía apagada, unos ojos como bosques alemanes y una libreta que aclara los porqués de una vida entera; Una madre no es solo el retrato de una mujer valiente y entrañable, y de los miembros de su familia que dependen de ella y de su peculiar energía para afrontar sus vidas, sino también un atisbo de lo que la condición humana es capaz de demostrarse y mostrar cuando ahonda en su mejor versión.

El primer empujón para llegar a esta lectura me lo dio la reseña de alguien que cuenta lo que lee, y el segundo, la lectura conjunta organizada por alguien que sabe los libros que hay que leer. Como se aproximaba el momento y no tenía a mano el libro, me apresuré a buscarlo en las bibliotecas más cercanas, donde no lo encontré. Fue en mi afanosa insistencia que me topé con unas extrañas criaturas llamadas bibliobuses, a las que me aficioné de inmediato (gracias, libro). Y de uno de ellos nació mi ejemplar de Una madre.

Cuando, de noche, paso entre dos hileras de edificios, me veo atraída por las ventanas iluminadas. Me hace ilusión atisbar una lámpara encendida o el brillo de la televisión, e imaginar gente reunida en ese interior acogedor. Abrir este libro es como asomarse a una de esas ventanas. Parece cuando empiezas a leer que vislumbras, desde la oscuridad de la última noche del año, la calidez luminosa de un salón ajeno. A través de los reflejos del cristal frío se mueve la silueta de la madre colocando el mantel, distribuyendo la vajilla, procurando que todo esté preparado a la llegada de los invitados. Esos minutos previos a la visita, la impaciencia, el salto que da el estómago o el corazón cuando finalmente suena el timbre.

Entonces resbalas y caes dentro, en medio de toda esa familia que no es la tuya pero podría parecerse. Fernando, el hijo, se encarga de ponerte al día: en ese tiempo de espera te va confiando poco a poco los pormenores de la historia de cada miembro, de sus hermanas, de su tío, de los novios y de las novias. De los perros (ellos también se merecen su trocito de historia). No te preguntas por qué deposita tanta confianza en ti, y sólo escuchas porque te gusta conocer lo que hay detrás de lo que son las personas (porque lo vas aprendiendo: las personas son lo que son por lo que hay en su pasado). "Yo no tenía mucha gente con quien compartirme", te cuenta Fer, que es depositario de confidencias de casi todos e intenta ser un apoyo, pero que también necesita alguien que le empuje a un mundo al que no se atreve del todo a salir. He visto un poco de mí en Fer, y al final, su madre Amelia también nos ha obsequiado a los dos con varios consejos. 

Ay, Amelia. Por supuesto, ella es el alma de Una madre. Yo pensaba que la historia era más para llorar, pero por culpa de Amelia sólo he podido reír. Aunque yo, cuando leo, me río por dentro (como mucho emerge a mi superficie una sonrisa o una risa murmurada entre dientes), Una madre es una de las novelas con las que más he reído. Me ha podido la ternura y la inocencia de Amelia que, liberada de las ataduras impuestas por su marido, se desparrama sin control por la vidaMe gusta de su filosofía el modo que tiene de ver a las personas. Es una niña que corre sin pensar, que todo lo observa y que experimenta sin importarle mucho qué pase después. Y a veces, cuando ella habla, el mundo se pinta de surrealismo.

"–Tú que escribes tan bien, cariño. ¿No podrías pensar en una frase que me sirva para pedir perdón a tus hermanas y que suene bonito? Es que me da tanto miedo que suene feo… Y que no me perdonen."

Pero ya van llegando. Llegadas anticipadas desde el balcón, bienvenidas a lametones, intercambios de gestos... Y vidas remolcadas que también se cuelan discretas entre los invitados y que de pronto, tal vez en la cena, puede que después de las uvas, se dejan ver

Mi segundo favorito, el tío Eduardo, ya está aquí. Fernando apenas me ha hablado de él y de sus viajes y es inevitable que me atraiga porque, como a casi todo el mundo femenino, me van los hombres misteriosos (al menos, los ficticios). Y el tío Eduardo sí que sabe hacer cosas interesantes, y también hacerse el interesante. Casi se me olvida que detrás de su fachada despreocupada hay una persona corriente...

Hay más (Silvia, Emma...), pero no os voy a hablar de todos. Me ha dicho Fer que podéis pasaros por allí cuando queráis. Estáis invitados a hacerlo la próxima Nochevieja. O si no, cuando mejor os venga, podéis charlar con él en su propia casa, en el escalón que da a la terraza, bebiendo una infusión con la enorme compañía de su perro Max y la panorámica de un cartel publicitario muy particular

He leído varias comentarios acerca de esta novela, opiniones de personas que se han sentido tocadas muy adentro. Tengo que confesar que mi caso no ha llegado a ese extremo: puede que mi vida (aún corta) no se parezca mucho a la de esta familia, o que sea dura de roer por las letras. No obstante, he llegado a reconocer (es fácil hacerlo) el talento de una narración íntima y bien llevada: son personajes muy vivos los que se retratan en Una madre, diálogos tan espontáneos, situaciones (aunque surrealistas algunas) tan llenas de realidad, que es fácil que con poco te sientas parte de ellas. Esperaba algo más del final, no sé bien qué, pero aún así me quedo con el camino recorrido y rescato esta última perla de las muchas que encontré en el trayecto:
 
"No hay amaneceres violetas sin ojos que los reflejen, ni largos caminos sin pies que los recorran." 

domingo, 12 de octubre de 2014

El despertar de la señorita Prim; de Natalia Sanmartín Fenollera

"Mentir, por otra parte, estaba descartado. Aunque quisiese, y definitivamente ella no quería, estaba aquel penoso asunto del enrojecimiento de su nariz. La señorita Prim poseía una nariz dotada de gran sensibilidad moral. No enrojecía ante cumplidos, tampoco lo hacía ante los gritos, no había retrocedido jamás frente a un desplante, ni siquiera lo había hecho ante un insulto. Pero ante la mentira, ante la mentira no había nada que hacer. Una involuntaria inexactitud, una sola exageración, algún inocente engaño y su nariz se encendía espléndida como una llama."

SINOPSIS
El despertar de la señorita Prim, de Natalia Sanmartin Fenollera, es una deliciosa historia sobre la belleza de las pequeñas cosas. Narrado con ingenio, brillantez e inteligencia, El despertar de la señorita Prim nos sumerge en un inolvidable viaje en busca del paraíso perdido, de la sencillez y la belleza y la profundidad que se esconde tras las cosas pequeñas. Esta novela de narrativa española relata la deliciosa historia de un pueblecito cuyos habitantes han decidido declarar la guerra a las influencias del mundo moderno y volver a lo esencial. Atraída por un sugestivo anuncio en el periódico, Prudencia Prim llega a San Ireneo de Arnois, un pequeño lugar lleno de encanto y donde nada resulta ser lo que parece. La señorita Prim ha sido contratada para organizar la biblioteca del Hombre del Sillón, un hombre inteligente, profundo y cultivado, pero sin pizca de delicadeza. Pese a las frecuentes batallas dialécticas con su jefe, poco a poco la bibliotecaria irá descubriendo el peculiar estilo de vida del lugar y los secretos de sus nada convencionales habitantes. Todos ellos pondrán a prueba su visión del mundo, sus prejuicios y temores más íntimos y sus más profundas convicciones.

Pues no. Este no. Balance negativo. No es que sea horrible, tampoco es eso, porque la escritura es, tal como dice la sinopsis, inteligente, y tal como añado yo, elegante y sensible. No he leído muchos libros de "estilo Jane Austen" (únicamente uno de la mencionada autora, que yo recuerde), pero me he pasado toda la lectura pensando que el ambiente de El despertar de la señorita Prim podría encajar con ese tipo de novelas (al menos, con como yo me las imagino). 

El principal problema que le encuentro es que hay algo que no he hallado entre sus páginas: un conflicto lo suficientemente importante. Conflictos hay, claro. Inevitablemente surgen pequeñísimos conflictos cuando hablas con alguien, y Prudencia Prim, a lo largo de esta novela, lo más importante que hace es hablar con gente: la gente que habita el pueblo de San Ireneo de Arnois. De hecho, la cosa va de guerras dialécticas.

Se dice que es una novela sobre las pequeñas cosas. He leído tantas frases sobre esta novela que quedaba tan bien decirlas; quiero decir, frases con las que es fácil convencer a alguien de que lea un libro. No hay más que ver este seductor booktrailer y ser un poco idealista para que se te caiga la baba por El despertar de la señorita Prim. Por una cosa u otra, piqué y me lo compré en la Feria del Libro, hasta firmado me lo llevé, y ahora me arrepiento de no haberme decantado por otro con lo difícil que es seleccionar las compras por esas fechas. 

Y al final no hay más: la señorita Prim que llega a un pueblo idílico donde está el señor del sillón que vive con muchos niños idílicos (raros), la señorita Prim que da paseos por el pueblo idílico y habla con sus educados e idílicos pobladores. Y muchas reflexiones originales en esas conversaciones (sobre el amor, sobre la educación...), pero que en el fondo no han conseguido despertar mi interés (lo cual no descarta que lo puedan hacer en otros lectores). Ni siquiera me he identificado demasiado con esa protagonista tan sumamente estricta consigo misma y con los demás.

La parte más interesante es la relación que se establece entre la señorita Prim y el jefe para el cual trabaja de bibliotecaria (el hombre del sillón). Ambos tienen modos distintos de pensar y chocan continuamente, se pelean usando las palabras en debates en los que el señor del sillón es especialmente hábil y saca de sus casillas a Prudencia. Luego se reconcilian. Así y todo, parece que no hay evolución y (salvando el final final) termina siendo un ciclo que se repite continuamente con pequeñas variaciones. Tira y afloja, tira y afloja, tira...

Y como me he quedado sin más argumentos, concluyo: no creo que sea una mala novela, pero en lo personal no ha conseguido llegar más allá de la superficie de mi piel, y el corazón queda mucho más profundo. 

martes, 7 de octubre de 2014

El amo del fuego; de Enrique Osuna

"[...] lo que me parece incongruente es que se sienta repulsión por el inocuo olor humano y se tolere la perniciosa pestilencia de los hidrocarburos. Más que evolución yo hablaría de involución, al menos en lo que respecta al sentido común. Hemos desarrollado el cerebro de manera extraordinaria, pero no somos inteligentes. Me niego a aceptar que pueda llamarse inteligente una especie que destruye su propio medio."

SINOPSIS
Daniel Salgado es un joven universitario, de familia acomodada y acostumbrado a una existencia plácida. Sin saber muy bien cómo, un día retrocede en el tiempo cientos de miles de años. Angustiado por la situación y aferrándose a la pesadilla como única explicación posible, se ve indefenso, perdido en un paraje inhóspito y obligado a sobrevivir sin más ayuda que su inteligencia. 
 Pero ¿es tan poderosa la elogiada mente del Homo sapiens? ¿Sería el hombre actual capaz de fabricar útiles, encender el fuego, enfrentarse con éxito a las fieras con armas rudimentarias, guarecerse del frío y procurarse alimentos? Con su mayor capacidad craneal y su ingente arsenal de conocimientos, ¿lograría usted sobrevivir como lo hacían nuestros primitivos ancestros? 
 El amo del fuego es una historia de lucha, de solidaridad, de sacrificio y de amor en un mundo mucho más cercano de lo que parece.

Es la segunda vez que Enrique Osuna visita el blog, y lo hace esta vez en el contexto de la lectura conjunta organizada por el blog Libros que hay que leer. Se podría decir que su administradora, Laky, está organizando mis lecturas de estos días, ya que sus proposiciones encajan a la perfección con libros que yo quería leer sí o sí, y hacerlo junto con otros blogueros es una experiencia distinta que hacía más de dos años que no probaba. 

Esperaba que en El amo del fuego me iba a encontrar una historia como mínimo entretenida y original, y eso lo esperaba por el autor que la ha escrito; también suponía que se ambientaría en la Prehistoria, y eso lo suponía por la portada y la sinopsis. Pero no podía imaginar del todo el enfoque, que creo que es parte del intríngulis de la novela, lo que mantiene al lector en vilo para ver por dónde van los tiros, qué derroteros tomará la historia. Por eso se me hace difícil escribir esta opinión, porque no sé hasta qué punto deberían revelarse ciertos aspectos de la trama para no estropear las sorpresas e incertidumbres de la narración.

Pues sí, en efecto, gran parte de la acción se sitúa en la Prehistoria. Nos metemos en la piel de alguien como nosotros, que se ve enfrentado al reto de sobrevivir entre animales salvajes y trogloditas sin más armas que unos calzoncillos de Los Simpson. Algo que parecería una tarea ardua, un drama de supervivencia, es tratado sin embargo como un homenaje a la Naturaleza y al vivir sin artificios: solo uno y lo que el Sol y la Tierra le ofrecen. Hay humor, superación y, sobre todo, mucha ternura en los personajes y sus relaciones en ese periodo del pasado. Esta parte del libro, mi favorita, te recuerda que tienes que valorar lo que te ofrece el día a día, y te sorprende mostrándote en qué acontecimientos tan sencillos se puede hallar la felicidad. La parte mala: puede no resultar creíble la facilidad con que se adapta a tal entorno un ser humano tan acostumbrado a las comodidades.

Comparando pasado con presente, la forma de vida y los avances actuales son despreciados, y las relaciones humanas deshumanizadas. El autor consiguió transmitirme el agobio del protagonista al enfrentarse al mundo real, sentir lo que él sentía pese a que si me lo hubiera encontrado por ahí lo hubiera tenido por loco de remate. Pero lo que experimenté a cambio fue angustia y pena. La evolución de Daniel es tremenda desde principio hasta el final, y cuando te quieres dar cuenta las cosas han llegado demasiado lejos.

Hay cosas que me han rechinado. Como la prosa demasiado recargada de palabras a veces rimbombantes o rebuscadas. Hacía mucho que no necesitaba usar tanto el diccionario, y está bien enseñar vocabulario al lector (y yo estoy encantada de aprenderlo), pero tal vez no a costa de dejar la narración "maquillada como una puerta". Hay varios narradores, y a ninguno de ellos le pega expresarse así, pero especialmente al que nos cuenta la última parte de la historia, al que yo imaginaba como alguien mucho más coloquial. Otro apunte más subjetivo es que la historia da pie a expresar ideología interesante (la mencionada acerca del ser humano, su modo de vida y sus prioridades), pero a veces peca de ser explícito y moralista, en lugar de dejar de vez en cuando al lector sacar sus propias conclusiones.

En cuanto al final, que pende como un interrogante sobre la cabeza del lector desde las primeras páginas (¿qué está pasando? ¿cómo va a acabar esto?), se resuelve de un modo diplomático, sin contentar a unos ni a otros, cada cual que imagine lo que prefiera. Me ha gustado, pese al nudo en el estómago que aún se me ata un poco cuando pienso en ciertos personajes entrañables que han quedado atrás.

3,5
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