¿Lo habrá soñado?
Va al baño para orinar y según apunta al centro de la taza, sin levantar la tapa, hace la prueba.
Constriñe los abdominales y sube unos centímetros.
Sin parar de carcajearse, sigue elevándose y termina orinando con la cabeza tocando el techo."
Esta es otra de las novelas que leí en época de exámenes y que tenía pendiente de reseñar. Llegó a mis manos gracias a la generosidad del autor.
Admito que al principio no las tenía todas conmigo porque el tema de los "superpoderes" -que me sugiere superhéroes, que a su vez me hacen pensar en la típica imagen de superhéroe de los tebeos- no me atrae demasiado. A mí que no me saquen de las películas de Spiderman... Sin embargo, nada que ver. Los personajes de esta novela tienen superpoderes, pero a mi parecer, no son superhéroes. Desprenden incluso más humanidad que el humano más pintado. La naturaleza humana aparece desnuda y diseccionada en esta novela, que penetra en las entrañas de cada personaje, sin dejar a un lado, incluso destacando más, el lado más tenebroso de las mismas.
La narración nos sitúa en un lugar de localización desconocida. Al principio no sabemos nada del mismo, ni tan siquiera cómo es, pues estamos metidos en la piel de un personaje que no ve. Después, a través de las sensaciones que, poco a poco, van llegando a los órganos de los sentidos de los ocupantes de la habitación, se nos va revelando el escenario. Siete cruces, sólo algunas de ellas ocupadas por sus crucificados respectivos. Una niña asiática y un pequeño de unos siete años con una camiseta de Elmo que dice, con una "s" poco visible, que hay que comer (s)ano. El principio se me hizo un poco cuesta arriba, y algo difícil lograr entender qué personaje era quién, entre tanta oscuridad y palabras susurradas: el autor no empleaba nombres, sino características de sus voces, o de su físico, para referirse a ellos.
A lo largo de la narración se alternan capítulos ambientados en ese peculiar escenario de cruces en círculo, con otros en los que se nos relatan las historias que llevan a sus espaldas esa serie de almas, condenadas a esperar que les sea revelado el destino que la joven y el niño les tienen reservados. Fueron estos últimos mis favoritos, mientras que los primeros se me hicieron algo pesados y estaba deseando que un nuevo personaje entrara en escena, descubrir qué poder debería asumir en su vida, y penetrar en su humanidad más oscura y descarnada.
Aunque sí que sería necesaria una revisión para corregir múltiples errores salpicados por el texto, me ha gustado la forma de narrar de Roberto, bastante personal y bien trabajada. Es necesario avisar a los lectores más sensibles de que hay escenas que pueden resultar duras. No se repara en sutilezas a la hora de describir acciones desagradables o actos escandalosamente inmorales. Es una especie de escaparate de las bajezas que el ser humano puede llegar a alcanzar, y Roberto sabe hacernos penetrar en ellas gracias al buen uso que hace de las palabras, describiendo con maestría las sensaciones hasta casi hacerlas tangibles. En mi caso esa crudeza no me ha molestado; lo admito: me ha fascinado. Eso y la forma en que un poder aparentemente maravilloso puede resultar frustrantemente inútil. Eso y el modo en que cada uno de los personajes reacciona y hace uso de sus talentos recién descubiertos. Volar, poder volverse invisible, ser inmune a todo daño o poseer una fuerza bruta son algunas de las capacidades especiales que irrumpen en la vida de personas que hasta entonces creían ser normales.
Sin embargo, curiosamente, ha habido sentimientos menos logrados como el cariño o la ternura que en ocasiones los personajes parecían intentar transmitirme, pero no lograba conectar con ellos.
En cuanto al desenlace, me dejó bastante fría. Esperaba algo más sorprendente, tal vez más épico o mejor explicado. Me quedé con una sensación de final "tambaleante", poco consistente.
En definitiva, creo que el punto fuerte de Siete Cruces reside en las historias individuales de los personajes que la componen, pero no ha llegado a convencerme el modo en que se unen las mismas. Dado que este nudo central que une los diversos hilos no supone una extensión importante, puede considerarse Siete Cruces como una serie de relatos que se leen con facilidad y son capaces, al menos en lo que a mí respecta, de satisfacer al lector.
La narración nos sitúa en un lugar de localización desconocida. Al principio no sabemos nada del mismo, ni tan siquiera cómo es, pues estamos metidos en la piel de un personaje que no ve. Después, a través de las sensaciones que, poco a poco, van llegando a los órganos de los sentidos de los ocupantes de la habitación, se nos va revelando el escenario. Siete cruces, sólo algunas de ellas ocupadas por sus crucificados respectivos. Una niña asiática y un pequeño de unos siete años con una camiseta de Elmo que dice, con una "s" poco visible, que hay que comer (s)ano. El principio se me hizo un poco cuesta arriba, y algo difícil lograr entender qué personaje era quién, entre tanta oscuridad y palabras susurradas: el autor no empleaba nombres, sino características de sus voces, o de su físico, para referirse a ellos.
A lo largo de la narración se alternan capítulos ambientados en ese peculiar escenario de cruces en círculo, con otros en los que se nos relatan las historias que llevan a sus espaldas esa serie de almas, condenadas a esperar que les sea revelado el destino que la joven y el niño les tienen reservados. Fueron estos últimos mis favoritos, mientras que los primeros se me hicieron algo pesados y estaba deseando que un nuevo personaje entrara en escena, descubrir qué poder debería asumir en su vida, y penetrar en su humanidad más oscura y descarnada.
Aunque sí que sería necesaria una revisión para corregir múltiples errores salpicados por el texto, me ha gustado la forma de narrar de Roberto, bastante personal y bien trabajada. Es necesario avisar a los lectores más sensibles de que hay escenas que pueden resultar duras. No se repara en sutilezas a la hora de describir acciones desagradables o actos escandalosamente inmorales. Es una especie de escaparate de las bajezas que el ser humano puede llegar a alcanzar, y Roberto sabe hacernos penetrar en ellas gracias al buen uso que hace de las palabras, describiendo con maestría las sensaciones hasta casi hacerlas tangibles. En mi caso esa crudeza no me ha molestado; lo admito: me ha fascinado. Eso y la forma en que un poder aparentemente maravilloso puede resultar frustrantemente inútil. Eso y el modo en que cada uno de los personajes reacciona y hace uso de sus talentos recién descubiertos. Volar, poder volverse invisible, ser inmune a todo daño o poseer una fuerza bruta son algunas de las capacidades especiales que irrumpen en la vida de personas que hasta entonces creían ser normales.
Sin embargo, curiosamente, ha habido sentimientos menos logrados como el cariño o la ternura que en ocasiones los personajes parecían intentar transmitirme, pero no lograba conectar con ellos.
En cuanto al desenlace, me dejó bastante fría. Esperaba algo más sorprendente, tal vez más épico o mejor explicado. Me quedé con una sensación de final "tambaleante", poco consistente.
En definitiva, creo que el punto fuerte de Siete Cruces reside en las historias individuales de los personajes que la componen, pero no ha llegado a convencerme el modo en que se unen las mismas. Dado que este nudo central que une los diversos hilos no supone una extensión importante, puede considerarse Siete Cruces como una serie de relatos que se leen con facilidad y son capaces, al menos en lo que a mí respecta, de satisfacer al lector.
3,5
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Bueno, pues la sinopsis no me convencía mucho y luego al leerte... creo que este lo dejo pasar. No es un tema que me desagrade pero sin que tu lo hayas dicho se me ha antojado un tanto repetitivo...
ResponderEliminarBesos
Yo también lo dejo pasar. No es un tema que me llame mucho.
ResponderEliminarUmm no sé... no me atrae tanto como para apuntármelo. Besos.
ResponderEliminarEsas escenas desagradables, el poco acierto en la recreación de sentimientos y ese final frío no me tientan mucho, la verdad.
ResponderEliminarBesos,
Temo que sea un poco caótico, en el sentido de no llegar a discernir bien el hilo principal del libro. La historia es curiosa aunque ese final frío, mmmm, no sé...
ResponderEliminarMuchas gracias por la reseña :)
Un fuerte abrazo,
Nimue
@Carmen Forján: pueden resultar desagradables según a quién. Yo no soy muy sensible y me gustaron. En cuanto a los sentimientos, es una apreciación bastante subjetiva. Lo que ocurre es que ha habido alguna ocasión puntual en que me daba la sensación de no conectar del todo con una situación que debería ser tierna. Con el resto no he tenido mucho problema y no sé si sentimientos, pero sensaciones sí que transmite.
ResponderEliminar@La biblioteca de Seshat y @Carmen Forján: el final sí, bueno, lo llamo frío en el sentido de algo decepcionante, aunque no me ha molestado en exceso porque cada una de las historias individuales tiene su final.
Esta vez no me llama del todo...
ResponderEliminarUn beso!
No conocía este libro, pero tus recomendaciones siempre son muy buenas!
ResponderEliminarUn saludo (:
Bueno, a mi tampoco me llamaba la atencion; lee el primer capitulo y despues decides, si sigues o lo dejas; puede ser que te enganche.
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