– ¿Olvidas tu norte?
Bajo la mirada.
– Me gusta sentirme seguro, excitarme sin sentir miedo… Me gusta una habitación llena de espejos y los geiseres de tequila.
Las pupilas de Nicole se clavan en la botella que sostengo. Creo, dice, que lo estás borrando con alcohol. Esa botella te está apartando de tu camino, dice. Puede que me arrepienta de esto, pero te prometí que te ayudaría a encontrar tu norte y el tequila no lo es… Quiero que dejes ese vaso y te acerques a mí, dice. Si pretendes seguir conmigo, tendrás que dejarlo. No sé si lo que te ayuda a permanecer a mi lado soy yo o es el tequila."
Comienzo, como siempre, con la asociación de acontecimientos que me guiaron a la lectura de esta novela. Esta vez la culpa la tiene el blog Entre montones de libros: tras leer la reseña y la entrevista al autor, me dije que tenía que darle una oportunidad. Así, en cuanto adquirí mi lector de ebooks, Los pelícanos ven el norte fue agregado a la lista de ebooks pendientes de lectura.
No es novela de acción trepidante, pero sí entretenida. Aunque al principio me resultó algo desconcertante, no tardé en acostumbrarme a su ritmo. Supongo que ese algo extraño que tiene se debe al estilo peculiar del autor, que enseguida se hace de notar.
La narración, en primera persona desde el punto de vista de Hércules, alterna momentos del presente y del pasado del protagonista. Salta de un tiempo a otro sin previo aviso, si quitamos un espacio en blanco o un numerito, que es como están separados los capítulos.
Si tuviera que destacar algo sería sin duda el dominio del lenguaje que demuestra el autor. Personalmente, me ha encantado su forma de combinar las palabras, de expresarse, de transmitir. Es lo que más me ha llamado la atención, eso y la capacidad de conseguir introducir los personajes al lector de forma que sin darse cuenta este se encariña con ellos irremediablemente. Son, uno por uno, entrañables (y me refiero sobre todo a los principales, aunque los secundarios también tienen su aquel).
Respecto a la prosa, tengo que mencionar un "pero": el número excesivo de puntos suspensivos. Por experiencia sé que a la hora de escribir se hace irresistible en ocasiones emplearlos, pero en el momento en que son lo suficientemente abundantes para que el lector se de cuenta de que están ahí... me da la sensación de que sobran (vaya, en vez de puntos suspensivos podría haber puesto coma, ¿veis?).
Continuando con los personajes y la empatía que transmiten, menciono un ejemplo muy claro: me descubrí sintiendo simpatía por un hombre que basaba su felicidad en el sexo y el alcohol. Y eso no es propio de mí, de verdad de la buena. Hablando más en serio, opino que la introducción de elementos del pasado o infancia de los personajes contribuye mucho a esta labor de hacerlos familiares al lector: sus travesuras y desmanes, sus juegos, sus aventuras en esa particular sociedad que es la de los niños y, sobre todo, esos motes que llegan a hacerse míticos pasados los años.
No sabría con cuál quedarme: ¿con el desdichado antihéroe Hércules, cuyas desventuras sexuales y defensas mentales frente a sus fobias me parecieron de lo más divertidas; con Judit, en su versión pequeña ballena rubia; o con la historia Chonín, ese personaje que creció ante mis ojos, pasando de indiferente a inolvidable?
Resumiendo, en Los pelícanos ven el norte no esperéis encontrar una aventura trepidante o un final sorprendente, pero sí una historia como un camino agradable, con algún obstáculo de vez en cuando que os obligue a pararos y a observar, a sonreír, a pensar. Un poco como el poema de Kaváfis que tenéis ahí abajo, a la derecha.
La narración, en primera persona desde el punto de vista de Hércules, alterna momentos del presente y del pasado del protagonista. Salta de un tiempo a otro sin previo aviso, si quitamos un espacio en blanco o un numerito, que es como están separados los capítulos.
Si tuviera que destacar algo sería sin duda el dominio del lenguaje que demuestra el autor. Personalmente, me ha encantado su forma de combinar las palabras, de expresarse, de transmitir. Es lo que más me ha llamado la atención, eso y la capacidad de conseguir introducir los personajes al lector de forma que sin darse cuenta este se encariña con ellos irremediablemente. Son, uno por uno, entrañables (y me refiero sobre todo a los principales, aunque los secundarios también tienen su aquel).
Respecto a la prosa, tengo que mencionar un "pero": el número excesivo de puntos suspensivos. Por experiencia sé que a la hora de escribir se hace irresistible en ocasiones emplearlos, pero en el momento en que son lo suficientemente abundantes para que el lector se de cuenta de que están ahí... me da la sensación de que sobran (vaya, en vez de puntos suspensivos podría haber puesto coma, ¿veis?).
Continuando con los personajes y la empatía que transmiten, menciono un ejemplo muy claro: me descubrí sintiendo simpatía por un hombre que basaba su felicidad en el sexo y el alcohol. Y eso no es propio de mí, de verdad de la buena. Hablando más en serio, opino que la introducción de elementos del pasado o infancia de los personajes contribuye mucho a esta labor de hacerlos familiares al lector: sus travesuras y desmanes, sus juegos, sus aventuras en esa particular sociedad que es la de los niños y, sobre todo, esos motes que llegan a hacerse míticos pasados los años.
No sabría con cuál quedarme: ¿con el desdichado antihéroe Hércules, cuyas desventuras sexuales y defensas mentales frente a sus fobias me parecieron de lo más divertidas; con Judit, en su versión pequeña ballena rubia; o con la historia Chonín, ese personaje que creció ante mis ojos, pasando de indiferente a inolvidable?
Resumiendo, en Los pelícanos ven el norte no esperéis encontrar una aventura trepidante o un final sorprendente, pero sí una historia como un camino agradable, con algún obstáculo de vez en cuando que os obligue a pararos y a observar, a sonreír, a pensar. Un poco como el poema de Kaváfis que tenéis ahí abajo, a la derecha.
3,5
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