- Está lindo tu nombre.
- ¿Hablas así porque eres de Guatemala?
- Eso creo.
- Guatemala está en América.
- Así es.
- Cristóbal Colón descubrió América.
- No, mi niña, no la descubrió.
- Sí. Yo lo he estudiado. Fue en 1492.
- No te vayas a enojar, mi niña, pero no fue así. Yo apenitas alcancé a ir a la escuela, pero sí estaba el día en que la maestra explicó bien clarito el viaje del señor Colón. Navegaba con sus tres carabelas buscando un paso para las Indias y se perdió en la mar; ya se moría de hambre con sus hombres cuando desembarcó en las tierras donde habitaban desde antiguo mis antepasados, cultivando sus milpas, cuidando sus animalitos, disfrutando de la vida, pues. Colón se asombró al verlos y no supo dónde estaba, por eso los llamó indios; mis antepasados se asombraron al ver al señor Colón con sus extraños ropajes y tampoco supieron de dónde venía, por eso lo imaginaron un dios. No, Cristóbal Colón no descubrió América, no se puede descubrir un lugar que ya está habitado. Es como si yo ahorita que llegué de Guatemala dijera: ¡Miren, descubrí España!"
Antes de acercarme a Angelina y el Nuevo Mundo, me acerqué a Carmen Martínez Gimeno. O ella se acercó a mí, no estoy segura. Fue en la presentación de un libro de otro autor cuando tuvimos oportunidad de charlar, y como me gustó su visión de las cosas en general y de la literatura en particular, quise probar con una de sus novelas (de las cuales creo recordar que no me habló en ningún momento de la conversación, y para mí la mejor publicidad es a veces la ausencia de publicidad).
Después de acercarme a la autora me acerqué a su blog. Y finalmente, un buen día, la lectura de una de sus entradas hizo que me enamorara de un fragmento de esta novela. Y así llegué a conocer a Angelina, su linda voz y sus ojos de española.
Supongo que no soy la única persona que alberga suspicacias respecto a las novelas autopublicadas de Amazon. Como todo el mundo puede publicar, hay un gran riesgo de toparse con textos insuficientemente trabajados, de modo que cada vez tengo más cuidado a la hora de seleccionar las lecturas expuestas en ese gran gigante digital. Un vistazo a las primeras páginas ayuda mucho, y en este caso me confirmó que Carmen (traductora, editora, correctora y profesora, amén de escritora) se maneja estupendamente entre las letras. Más avanzada la lectura, comprobaría que además la autora sabe de lo que habla: parece bien trazado ese fondo histórico y cultural guatemalteco sobre el que se asientan las vidas de los personajes, y parece bien creíble y natural su modo de platicar (no han sido en vano sus viajes a América). Y nótese el "parece", porque esto es una opinión no más; quién soy yo y qué son mis escasos conocimientos para decidir lo que está bien o mal documentado.
Angelina y el Nuevo Mundo trata de eso: de la llegada al Nuevo Mundo de Angelina, una niña proveniente de un país (Guatemala) donde las niñas se ven obligadas a madurar más rápidamente que en el nuestro. Una niña sin padres ("A mi papá lo mataron los militares por no aguantarse y querer defender sus derechos pisoteados y mi mamá murió del sufrimiento porque era pobre y nadie la ayudó"), cuya abuela decide que su mejor futuro se encuentra en España.
Se trata de una historia corta pero bien narrada, impregnada de la cultura guatemalteca, un poco mágica y con unos diálogos deliciosos. El habla propia del otro lado del Atlántico (algunas de cuyas expresiones suelen resultarme entrañables) está tan bien reflejada que casi se puede escuchar el acento. Observamos nuestro país desde ese ángulo cultural y lo vemos un poco distinto; las cosas que no parecían importantes ahora llaman nuestra atención, porque estamos metidos en la piel de Angelina.
Flojea para mi gusto cuando empieza a intercalar las vivencias de la abuela en Guatemala con las de su nieta en España, pues en ese punto había cogido tal simpatía por Angelina que ya no me apetecía saber qué era de doña Chona. No obstante, admito que es un punto de vista que enriquece la novela. A parte de aportar los conocimientos sobre el país en el que ha echado raíces, doña Chona es una ilol o curandera y, a través de hierbas y rituales, sabe cuidar de los suyos y maneja la muerte casi tanto como la vida.
Y el final, aunque no es malo, también me ha traído una pequeña decepción. Me hubiera gustado algo más... apoteósico. No quedarme con esa sensación de suspenso, como de no haber terminado de salir de la historia o de haber dejado una puerta sin cerrar.
Pero, ¿sabéis que hace tiempo que soy incapaz de usar mi lector de ebooks? Necesito libros en papel, lo digital se me hace tan distante... Sin embargo, he leído esta novela íntegramente en el teléfono móvil; debe ser que sus letras son tan cercanas y tan cálidas que neutralizan la frialdad de la pantalla de cualquier aparato.
Después de acercarme a la autora me acerqué a su blog. Y finalmente, un buen día, la lectura de una de sus entradas hizo que me enamorara de un fragmento de esta novela. Y así llegué a conocer a Angelina, su linda voz y sus ojos de española.
Supongo que no soy la única persona que alberga suspicacias respecto a las novelas autopublicadas de Amazon. Como todo el mundo puede publicar, hay un gran riesgo de toparse con textos insuficientemente trabajados, de modo que cada vez tengo más cuidado a la hora de seleccionar las lecturas expuestas en ese gran gigante digital. Un vistazo a las primeras páginas ayuda mucho, y en este caso me confirmó que Carmen (traductora, editora, correctora y profesora, amén de escritora) se maneja estupendamente entre las letras. Más avanzada la lectura, comprobaría que además la autora sabe de lo que habla: parece bien trazado ese fondo histórico y cultural guatemalteco sobre el que se asientan las vidas de los personajes, y parece bien creíble y natural su modo de platicar (no han sido en vano sus viajes a América). Y nótese el "parece", porque esto es una opinión no más; quién soy yo y qué son mis escasos conocimientos para decidir lo que está bien o mal documentado.
Angelina y el Nuevo Mundo trata de eso: de la llegada al Nuevo Mundo de Angelina, una niña proveniente de un país (Guatemala) donde las niñas se ven obligadas a madurar más rápidamente que en el nuestro. Una niña sin padres ("A mi papá lo mataron los militares por no aguantarse y querer defender sus derechos pisoteados y mi mamá murió del sufrimiento porque era pobre y nadie la ayudó"), cuya abuela decide que su mejor futuro se encuentra en España.
"-[...] Mi abuelita quería protegerme como se protege a un hijo, dándome lo bueno de su corazón, y me envió a España pensando que acá la ley me cuidaría para que no me maltraten, no me den susto, no me hagan sufrir, pensando que viviría segura, trabajando por mi gusto y ganando bien, porque ustedes tienen derechos humanos."Angelina aterriza en Madrid y no son fáciles los inicios, conoce a mucha gente mala y buena, los rincones de la ciudad enorme, los pasillos del metro, el verde parque del Retiro. ¿Encontrará esos "derechos humanos" que vino a buscar?
Se trata de una historia corta pero bien narrada, impregnada de la cultura guatemalteca, un poco mágica y con unos diálogos deliciosos. El habla propia del otro lado del Atlántico (algunas de cuyas expresiones suelen resultarme entrañables) está tan bien reflejada que casi se puede escuchar el acento. Observamos nuestro país desde ese ángulo cultural y lo vemos un poco distinto; las cosas que no parecían importantes ahora llaman nuestra atención, porque estamos metidos en la piel de Angelina.
Flojea para mi gusto cuando empieza a intercalar las vivencias de la abuela en Guatemala con las de su nieta en España, pues en ese punto había cogido tal simpatía por Angelina que ya no me apetecía saber qué era de doña Chona. No obstante, admito que es un punto de vista que enriquece la novela. A parte de aportar los conocimientos sobre el país en el que ha echado raíces, doña Chona es una ilol o curandera y, a través de hierbas y rituales, sabe cuidar de los suyos y maneja la muerte casi tanto como la vida.
Y el final, aunque no es malo, también me ha traído una pequeña decepción. Me hubiera gustado algo más... apoteósico. No quedarme con esa sensación de suspenso, como de no haber terminado de salir de la historia o de haber dejado una puerta sin cerrar.
Pero, ¿sabéis que hace tiempo que soy incapaz de usar mi lector de ebooks? Necesito libros en papel, lo digital se me hace tan distante... Sin embargo, he leído esta novela íntegramente en el teléfono móvil; debe ser que sus letras son tan cercanas y tan cálidas que neutralizan la frialdad de la pantalla de cualquier aparato.
Os animaría a buscar en Amazon y someter a examen las primeras páginas de Angelina y el Nuevo Mundo: las probabilidades de que os gusten son altas. Porque tiene el regusto de la literatura de antes, de mi literatura de antes. Seguir las aventuras de la pequeña protagonista guatemalteca ha traído a mi memoria aquella época en que de niña seguía las aventuras de otros niños, como la Celia de Elena Fortún. Angelina es inocente pero madura, capaz de hacernos pensar con sus sentencias, porque pese a lo joven que es, ha experimentado lo suficiente como para empezar a vislumbrar la sabiduría.