jueves, 31 de enero de 2013

De hombres y tildes

Voy a presentaros un proyecto que me ha parecido muy curioso, pues no había tenido antes noticia de método semejante para dar a conocer una obra. Se trata de una novela corta que aún no ha sido publicada, pero puede serlo gracias a nosotros, los lectores, y todo aquel que quiera hacer de "mecenas" y apostar por esta novela de Ángel Delgado: El hombre sin tildes. ¿No os parece que estamos ante uno de esos títulos que atraen?

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En los enlaces bajo las fotografías podéis encontrar toda la información que necesitéis, acerca del autor, el libro y los orígenes de la novela, que por lo que he podido leer tiene una estructura muy curiosa. La portada tampoco se queda atrás, representando un bote de Té al que le falta la vocal acentuada. La edición incluye, además, ilustraciones.  Es lo que algunos llaman una novela corta, o un cuento largo, que en treinta capítulos cortos narra "la búsqueda personal de un hombre que un día perdió sus tildes".

Si os animáis con él, en esta página podéis consultar las distintas opciones. Se trata de que elijáis uno de los packs y contribuyáis con el importe correspondiente. Si hay suerte y se alcanza un mínimo de aportaciones, la autopublicación saldrá adelante y tendréis vuestro ejemplar en casita (de lo contrario, no se os cobrará nada). Existe además la posibilidad de adquirir artículos relacionados con la novela o el libro dedicado por el autor, entre otros muchos detalles. Aquí os dejo los pasos a seguir uno a uno:
1) Pinchar en el enlace: http://www.verkami.com/projects/4261-el-hombre-sin-tildes2) Leer sobre el proyecto y los objetos que se pueden conseguir.3) Si lo desea... Elegir uno de los packs. Por ejemplo el del libro+marcapáginas.4) Pulsar en "Aportando 13€" (también se puede adquirir el libro en pdf por 5€)5) Realizar la aportación con tarjeta mediante plataforma segura de la página de Verkami y Caixa Catalunya.6) El cobro sólo se hará si tras 40 días el proyecto llega al máximo exigido (es decir, que se cobraría a finales de febrero o finales de marzo, no ahora). Si el proyecto no llega al tope no se realiza ningún cargo en la tarjeta y, por lo tanto, no se ha comprado nada.7) En un plazo de un mes se recibe el libro dedicado en casa (+ otros objetos que adquieras)
Y si se elige otras aportaciones mayores a 13 euros se podrán adquirir imanes, postales, tazas o camisetas, entre otras 'recompensas', que se pueden ver aquí:https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10151004611305878.418156.104289805877&type=3
¿Qué decís? Yo aún estoy meditando mi elección, aunque me parece una obra muy original.

viernes, 4 de enero de 2013

Invasores

Planeta Tierra. Año 2013. Una Avenida Principal como cualquier otra. El ser humano, envuelto en su telaraña inconmensurable de cotidianeidad. Una madre de familia, cobijada en su vehículo, se esfuerza por hacer caso omiso a la migraña mientras aprieta el acelerador, propulsa una avalancha de humo maloliente y atropella un montón de rayas blancas pintadas en el asfalto. Justo detrás, un hombre de negocios muy típico que cruza el paso de peatones consigue encestarle unos cuantos gritos por la ventanilla del automóvil. 

Nadie se da cuenta de que la ciudad ha sido invadida por una población de criaturas arrasadoras. 

Hay agazapado entre los árboles que bordean la Gran Avenida un temible ser. Su testa rota espasmódicamente en pequeños ángulos, sus ojos escrutan. Un apéndice intimidante protruye de su cabeza. Tal vez sus pupilas disparen rayos láser. No ha de cundir el pánico, sin embargo: su arma más peligrosa aún no está cargada. 

Unas acacias en hilera escoltan un Parque como cualquier otro. Al señor sentado en el banco intentan ocultarle la Avenida Principal, pero sólo lo logran parcialmente: entre sus troncos desnudos se cuela sin dificultad la banda sonora asociada a la vida del ciudadano común. Cuán poco gusto tiene el director del particular filme. 

El señor sentado en el banco tampoco está al tanto del peligro que acecha su Mundo. Se halla enfrascado en la anodina labor de desmenuzar el pan seco del día anterior. Es su manera de hacer amigos, y “gorrioncitos, gorrioncitos” saltan, pían, se alborozan a su alrededor. 

En una milésima de segundo muy concreta de la infinita línea del tiempo, la mirada del ser maligno se detiene en la escena. El apéndice que emerge de su cabeza se raja por la mitad y emite un arrullo capcioso. Extiende sus alas negras y, con delicadeza, sigilo y precisión nulos, aterriza entre los gorriones. Pequeños, rechonchitos y encantadores ellos; desgarbadas, gordas y sucias ellas…

Uno que camina por la Avenida Principal ve brotar de la barrera arbórea una bandada de avecitas asustadas. 

Tras la puesta en escena del primer ejemplar, un valiente palomo de nombre Grugrugur, Pluma de Carbón y Ojos de Sangre, el aire es inundado por el zureo de guerra de los invasores. Ugruru, digna hija de su padre, abandona también el follaje. No se quedan atrás Gurru, Ugurru, Gurrugú, Ugurgu y Gugugru. El pequeño Gugu no se atreve a bajar hasta un poco después, cuando ya la munición escasea en el suelo, pero su mamá le ha guardado unas cuantas partículas de pan. Apetitosas. 

No hay nada como el Parque para aplacar el hambre de las palomas y los palomos, así como no hay nada como la Fuente del Parque para saciar la sed. Y después… es que, a las palomas y los palomos les cae realmente mal la Estatua Esa que hay en la Gran Glorieta. Sí, esa, la arrogante, petulante, engreída, altiva Estatua Esa que, en pie sobre su pedestal, alza los brazos y la cabeza al cielo como si se creyera importante. ¡Como si pensara en gobernarlos a ellos! 

Ojos de Sangre alza el vuelo y vuela. Vuela, vuela, vuela. Uno que camina por la Avenida Principal ve a Pluma de Carbón volar. Detrás de él van Ugruru, Ugurru, Gurrugú, Gurru, Ugurgu y Gugugru. Todos sienten la munición bullendo en sus vientres. Desean soltarla, y más lo necesitan. Pero si lo hacen un poco después el placer será doble. Ya pueden ver la Estatua Esa acercándose. 

Para Gugu, sin embargo, son demasiadas tareas entre las que repartir su concentración: volar como un palomo digno, no separarse del grupo y sujetar la munición. Gugu tiene que descansar en la rama de un árbol, y uno que camina por la Avenida Principal ve aparecer una manchita blanca, que antes no estaba ahí, en la manga de su camiseta negra. Mira hacia arriba y ve a Gugu. Después mira hacia abajo y ve piedras. 

Qué absurda la Estatua Esa, con su dura mollera, declamando palabras mudas a una Avenida Principal que no para de cotorrear. Y Grugrugur posado en su cabeza, para mayor escarnio. 

Luego llegan los demás, y descargan la munición. Excrementos, cagarrutas, boñigas, heces. Caca. Es la guerra química. Todos están muy contentos, incluso cuando se dan cuenta de que Gugu ha desaparecido. 

—¿Por qué has hecho eso? –pregunta una niña en la Avenida Principal. 

—Porque mira –contesta su hermano mayor, enseñándole el lunar blanco de su camiseta –. Me ha cagado encima. 

—Seguro que lo ha hecho sin querer. Tú también cagas. 

—Yo no cago encima de la gente. Lo hago en el váter.

—Pero ella no tiene. 

—Da igual. Las palomas son animales repugnantes, no hacen más que cagar y estropearlo todo. Mira cómo está el Orador Eterno. 

—Es sólo una estatua tonta. 

La niña se acerca a Gugu y empieza a agacharse con el brazo extendido. 

—¡No la toques! –se escandaliza su hermano. La coge de la muñeca –. Vámonos. 

Gugu queda en el suelo intentando ignorar el dolor y anadear como un palomo digno, emitiendo como única queja el murmullo de sus plumas descompuestas. 

***

Planeta Tierra. Año Cada-vez-más-próximo. La amenaza no ha sido percibida, el enemigo no ha sido eliminado a tiempo; por tanto, la ciudad ha sido arrasada. Y también la provincia y el país, y otra ciudad, y el pueblo, y aquel continente. 

Un árbol murió ayer y fue el último, pero no era ninguno de los de la Avenida Principal. El último gorrión y la última paloma murieron hace un rato. Hace mucho que murió la última águila real. Y mañana morirá la última hormiga. 

Es similar a cuando murieron los dinosaurios, aunque mucho mejor, porque ahora también ha desaparecido la amenaza: el último ser humano murió un poco antes que el último rayo de sol. 

Menos mal que Gugu no lo vio. Se fue de allí mucho, mucho antes.