domingo, 22 de noviembre de 2015

Los Buenos Vecinos; de Julia Pons Montoro

"Ynmóniel era todo un artista. Le regalaron sus primeras agujas con sólo seis años y un dedal de plata irrompible y acolchado por dentro con terciopelo rojo. Era capaz de hacer vestidos y trajes tan sutiles que prácticamente no se notaban sobre la piel. Podía tejer vestidos de agua, refrescantes para el verano, o trajes de sol para los días nublados, y esas son sólo algunas de las primeras cosas que aprendió a hacer. Tejía inmensos trajes hechos con tela de araña, más suaves que la más suave de las telas, con cuellos plateados y puños dorados y botones de rosas y broches de margaritas y camelias. Confeccionaba delicados guantes con gotas de rocío, entretejidos con algodón de azúcar. Todos los habitantes de la región se volvían locos por tener unos así. Y, además, gozaba de tan buena vista que podía realizar piezas diminutas para seres de todo tamaño."

SINOPSIS
¿Y si la realidad escondiera mucho más de lo que podemos ver a simple vista? ¿Y si no estuviéramos solos? Susana nunca conoció a sus padres e Ynmóniel tampoco, si bien sus vidas son totalmente diferentes. Ella es una jovencita de doce años apasionada por los libros de misterio y enigmas sin resolver, mientras que él es un sastre mágico, capaz de confeccionar tejidos maravillosos dotados de grandes poderes. Pero sus destinos pronto se unirán, pues ambos corren un grave peligro. Extrañas sombras deambulan al acecho, susurrando misteriosas palabras: nada escapa al Señor de la Noche.

Me gustaría poder alabar Los Buenos Vecinos tanto como lo hice con Memorias del otro lado, pero me temo que esta novela autoconclusiva de Julia Pons Montoro no me ha enamorado de la misma forma que lo hicieron los primeros tomos de su saga fantástica.

Nada más empezar a leerla pienso que sí. Ahí está esa fantasía pura, con la marca de color e inocencia tan característica de la autora. Veo a Ynmóniel tejiendo fabulosos trajes que confecciona con sustancias y esencias de toda índole y materia. Ynmóniel, cuyo musical nombre también le sienta como un traje a medida. Parece que no leo sino que sueño ese segundo capítulo, al que tan bien acompañan las ilustraciones de la propia Julia.

Después la ensoñación se me va escapando. Ynmóniel pierde el protagonismo ostentado en un primer momento y en su lugar aparece Susana, una niña de nuestro mundo en la que la autora parece haber depositado reflejos de ella misma. A Susana le entusiasman la mitología, las leyendas y lo sobrenatural; es fácil imaginarla recostada en su cuarto con un libro entre las manos y otros tantos apilados junto a ella, indagando acerca de otras realidades.

La dicotomía entre nuestro mundo y otros mundos la comparte Los Buenos Vecinos con Memorias del otro lado. Parece que también intenta hacernos ver que lo fantástico puede ser tan real como lo que nosotros entendemos por real. Así, muestra la fantasía como algo que está ahí, que ha estado y que estará, aunque permanezcamos ciegos a ello. Esos que se hacen llamar los Buenos Vecinos encarnan una fantasía viva que, cansada de que nadie repare en ella, termina por irrumpir en lo cotidiano sin siquiera llamar a la puerta. Y le toca a Susana recibirla.  

Me he sentido un poco perdida en una historia que no sabía bien dónde me quería llevar hasta que me he dado cuenta de que iba llegando a su fin. Intento explicarlo de otro modo: espero de un relato que me atrape poco a poco hasta apretar muy fuerte (en ese momento en que uno no puede escapar porque viene lo emocionante), para luego ir aflojando paulatinamente hasta dejarme otra vez libre. Pues bien, Los Buenos Vecinos me ha atrapado suavemente y después me ha soltado, pero no me ha hecho sentir que no podía escapar a sus garras de papel. 

En cuanto al desenlace (siempre me gusta hablar del desenlace, cuando hay algo que decir), me pareció adecuado, pero lo que mejor impresión me dejó fueron las últimas palabras. El modo en que recuerdan a ese "y vivieron felices y comieron perdices", pero con un toque especial.


Al final tengo la sensación de que Los Buenos Vecinos funciona muy bien como historia de aventuras para niños pero no logra alcanzar la profundidad suficiente para saciar a lectores de más edad. Ese algo indefinible que tenía Memorias del otro lado lo he hallado aquí muy debilitado. Su construcción se me antoja más sencilla, el mundo en el que se sustenta, algo indefinido y tambaleante. No me convencen sus criaturas y sus leyes internas. Eso sí, lnarración sigue siendo impecable, impregnada de sabor a cuento y llena de elementos que estimulan la imaginación: en varias ocasiones me he admirado de la creatividad inagotable de la autora.


3,5

martes, 10 de noviembre de 2015

El paso de la hélice; de Santiago Pajares

"-Supongo que los seres humanos nos hemos acostumbrado a ser al menos un poco infelices y, si no es así, nos buscamos excusas para creer que lo somos. Cogemos nuestros problemas y los agrandamos y agrandamos hasta que somos incapaces de afrontarlos. Si lo piensas un momento, no tenemos verdaderos problemas. Tenemos buenos trabajos, una economía estable, nos queremos; sólo un par de detalles nos apartan de ser felices."

SINOPSIS
¿Que es mas importante, una obra maestra de la literatura o el autor que se esconde tras ella? David Peralta, de profesion editor, es un tipo con suerte: trabaja en la editorial donde publica el misterioso escritor que, oculto durante años tras el seudónimo de Thomas Maud, ha creado una de las sagas mas brillantes y exitosas de la historia reciente de la literatura: La hélice, leída por millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, la editorial no ha recibido el nuevo y esperado volumen de la saga, y David acepta el encargo secreto de hallar a Thomas Maud y conseguir ese libro, que compromete el futuro de su empresa, «por lo civil o por lo criminal». Pero ¿como encontrar a alguien que aparentemente no existe? Siguiendo la única pista –el enigmático autor tiene seis dedos en su mano derecha–, sus pesquisas le conducirán a un pequeño pueblo del Valle de Arán, habitado por un elenco de los mas extravagantes personajes. 
Paralelamente a la delirante búsqueda de David, en la que se juega su matrimonio, su trabajo y su futura felicidad, uno de los millones de ejemplares de La hélice circula de mano en mano por Madrid: una secretaria solitaria, su sobrina convaleciente de un atropello, un yonqui que sobrevive en los arrabales y su ex compañero de piso, al que traiciono años atrás y con quien se reencuentra, van a ver sus vidas alteradas a medida que La hélice se cruza en su destino, removiendo a su paso las predecibles aguas de su existencia y convirtiéndolos en protagonistas de una trama inesperada en la que el libro y la vida se entrelazan asombrosamente.

Y este es el tercero de los libros que comento en relación a la iniciativa Serendipia Recomienda 2015 (recomendación de Marilú Cuentalibros), y el que más me ha gustado de todos. La edición que he leído no es la última publicada por Destino, sino una de Tabla Rasa que encontré la primavera pasada en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión por un buen precio. Después de leída me enteré de que en la nueva hay cambios y al principio me dio un poco de rabia no haberlo sabido antes. Desconozco si las versiones difieren mucho pero, ¿qué más da si me ha gustado igual? Además, poco después de terminarla, alguien me pidió que le recomendara una lectura, y adivinad cuál fue la elegida. ¡Con buenos resultados!

El paso de la hélice engancha aunque no sea una novela redonda. Lo consigue porque las situaciones que nos presenta son mundanas y los personajes como nosotros. Pero además hay algo especial en el ambiente, y no solo las fantasías que evocan los libros que rondan por la trama, sino los paisajes y los habitantes de ese pueblo del Pirineo lleno de misterios en el que se desarrollan la mayoría de los acontecimientos.  

Es una ópera prima y se puede intuir; el lenguaje es sencillo y, por decirlo de alguna manera, "típico": no sorprende en la construcción de la prosa ni creo que el autor hubiera encontrado todavía una voz propia. En una ocasión, mientras estaba leyéndolo en el metro, la persona que me acompañaba miraba las páginas de reojo y me comentó que le daba la impresión de haber leído lo mismo cientos de veces. Quizá algo exagerado, pero cierto en parte. Hay libros que basta abrir al azar para enamorarse de la fuerza y la originalidad de sus pasajes, y este no es uno de ellos. 

Me esperaba algo diferente a lo encontrado. Creía que era una historia con elementos mágicos, o surrealistas... No sé por qué me creé esa imagen en la cabeza, tal vez por la portada de la nueva edición, con esa nave voladora con forma de luna tan onírica. Pero mejor, porque cuanto más impredecible y desconocida me resulta una historia, más intriga y ganas de seguir leyéndola tengo. Lejos de ese surrealismo, me he encontrado con una realidad bien real. Cuando la realidad es muy real a veces duele porque es dura: hay prioridades enfrentadas que destrozan relaciones, drogas que convierten futuros felices en agujeros negros, muertes que persiguen a escondidas y raptan sin avisar a seres queridos. Aunque a veces esa dureza choca y se quiebra ante la fortaleza de las personas que son capaces de sobreponerse. No son superhéroes, sino minihéroes, esos héroes de la vida a los que se admira y se envidia un poco cuando uno se los encuentra. 

Me ha gustado también el final, en el que quedan todas las tramas resueltas sin faltar sorpresas, e incluso dejando una breve resaca de pensamientos existencialistas.



Pese a no haberme parecido una obra maestra, El paso de la hélice va a lo seguro y se gana al lector despertando su empatía a través de unos personajes que parecen reales por lo humano de sus reacciones y la naturalidad con que interaccionan. Y luego está el misterio (esa niebla en su portada me lo recuerda). Pero también está el truco fácil de ser uno de esos "libros que hablan de libros". ¡Así cualquiera! En fin, ha cumplido su propósito y se lo reconozco...