Almacén nº1
A su lado conservaba un frasco de cristal. Lo tuvo tan fácil como agarrar el recipiente, desenroscar la tapa metálica y colocarla bajo su mentón. El candente líquido fue desembocando en las paredes del gélido cristal del tarrito y, de aquel restallar de torrente tórrido y solidez helada, nació un remanso de pócima tibia. Encerró la adquisición y depositó el mejunje en el estante correspondiente, con la etiqueta “RABIA”.
Almacén nº2
Un punto de humedad apareció en el edredón. A su lado, otro. Los contornos de ambos se abrieron paso por la tela y se juntaron, formando un gran círculo. Aquel ser estaba soltando sus penas, una a una. El punto grande y húmedo que manchaba su cama era su desgracia: la suma de todas sus penas. Si lo recortaba podría guardarlo en su bolsillo, o tirarlo y olvidarse de él para siempre.
Me ha gustado mucho esta entrada. Tiene una aire distinto a otros textos tuyos, y está muy bien.
ResponderEliminarMe ha recordado un poco a las Instrucciones de Cortázar.
Por cierto, esa ilustración me recuerda muchísimo a esas de los libros de Alicia en el País de las Maravillas.
Un saludo y hasta la próxima.
Muchas gracias! De hecho, esa ilustración es de Alicia en el país de las maravillas!
ResponderEliminarPues no lo había pensado, lo de Cortázar. Puede tener algo que ver, pero no creo que se parezca mucho mi forma de escribir a la de él jaja
Un saludo!
Me ha encantado; empezando por el título. Y especialmente las lágrimas del almacén nº2.
ResponderEliminarUn abrazo,
Nimue