"Nuestra especie necesita creer. La creencia sirve de guía, de control y dicta las normas de comportamiento. Es evidente que todos desarrollamos una creencia sobre nosotros mismos. Es fácil imaginar que también necesitamos tener creencias sobre los acontecimientos externos. No importa que se llamen "Cristo", "Mahoma" o "mecánica cuántica", todas son creencias que posibilitan la acción humana."
Con “El cerebro social”, Gazzaniga nos abre las puertas al mundo de la investigación neurológica y analiza, a través de sus vivencias, una serie de descubrimientos que, poco a poco, nos llevan a una comprensión mayor de los procesos de la mente. Todo lo que al principio parecía evidente ya no lo es tanto: la manipulación del cerebro puede hacer que la realidad se transfigure y mostrarnos asombrosos fenómenos.
Una idea que se repite a lo largo de todo el libro es la modularidad. Continuamente se habla de cerebro izquierdo y cerebro derecho, de módulo intérprete y módulo lingüístico o “hablante”… De un modo muy gráfico, el autor explica la presencia en el cerebro de distintos tipos de módulos. Cada uno codifica un determinado tipo de estímulo o información. Pero lo más curioso es cómo unos pueden exteriorizar verbalmente esa información, mientras que otros son incapaces. Y son precisamente esos módulos “mudos” los que no tienen otra forma de darse a conocer que generar en el individuo otro tipo de respuestas, actos o movimientos que nosotros calificamos de “inconscientes”. Esto me lleva a pensar, ¿qué cantidad de información del mundo que nos rodea se escapará a nuestra conciencia, solo porque los módulos que la procesan no son capaces de dárnosla a entender de forma verbal?
Asombroso es también el modo en que se explica la formación de creencias, a través de un hemisferio izquierdo que trabaja como intérprete de nuestros a veces incomprensibles actos. Y cómo, por tanto, nuestras creencias variarán en función de la manera en que lo hagan nuestros actos. Lo cual me lleva a plantearme si realmente tenemos control sobre nosotros mismos, o es nuestro cerebro el dueño y señor de todo...
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