miércoles, 11 de junio de 2014

La enfermedad de Sachs; de Martin Winckler

"Todo el mundo aparenta olvidar que, pase lo que pase, vivir es sufrir. El cuerpo sabe sufrir mucho mejor que gozar.
¿Cuánto  tiempo hace falta para llegar a gozar? Una eternidad. ¿Cuánto tiempo dura?
¿Cuánto tiempo hace falta para ponerse a sufrir? Una décima de segundo. ¿Cuánto tiempo dura?"

SINOPSIS
El trabajo de un médico, un profesional de nuestros días, dedicado al cuidado de los otros: sus anotaciones, sus angustias, sus problemas, sus relaciones sentimentales y afectivas, en un tono directo y realista, con gran riqueza de personajes y del trama. Una gran narración contemporánea, un acontecimiento edictorial en el conjunto de las letras europeas.
Esto pinta muy negro: la cita que abre esta entrada, la portada... Y es verdad que La enfermedad de Sachs tiene cierto fondo de pesimismo, pero no más que la vida real. Además, tiene razón en lo que dice: los seres humanos somos unos inconformistas que nunca estamos felices con lo que tenemos; es algo inherente a nuestra naturaleza. Independientemente de la existencia en la vida de desgracias o enfermedades gordas. Pero, pese a lo que pueda sugerir el título, esta novela no se ceba en ese tipo de cosas.

Ahora voy a opinar. Va a ser una opinión globalmente positiva y además poco objetiva: es tanto lo que comparto con la forma de ver el mundo de este autor o de su personaje, que me va a ser imposible lo contrario. Ojalá en el futuro pudiera convertirme en un doctor Sachs (ese médico de un pueblecito francés inventado), en la parte de doctor Sachs que escucha a sus pacientes; el que está ahí siempre que lo necesitan, aunque tenga que conducir largos trayectos en plena noche; el que está pendiente de tener siempre a mano lo necesario para aliviar el dolor; el que sabe acompañar tanto en la vida como en la muerte y hacer de esta última un tránsito mínimamente digno. 

Tenía unas expectativas moderadamente altas al empezarlo. Las primeras páginas se me hicieron algo cuesta arriba. Después de leer unos pocos párrafos tuve que admitir que, de seguir la narración ese ritmo, no iba a poder soportarlo. Era todo tan aséptico como un quirófano

Es decir, descripciones del tipo: "La habitación es cuadrada, con las paredes pintadas de blanco rayas azules. La puerta se sitúa en el centro de la pared este, y en la esquina de la derecha hay una ventana de madera con vetas, enmarcada por cortinas azul claro con puntitos azul oscuro. Al lado de la ventana, una mesa, también de madera, con cuatro patas."
Bla, bla.
"La sala de espera es una habitación grande de suelo de baldosa, fresca, luminosa y de techos altos. Las paredes están tapizadas con un papel azul pálido de rayas azul oscuras.Frente a la entrada, del lado del jardín, unas cuantas sillas rodean una mesa baja cubierta de revistas. [...] 
Del lado del patio, un gran escritorio de madera, tosco e impersonal, alberga una planta con maceta. A mi derecha, un hombre en camiseta, pantalón corto y zapatillas deportivas lee un periódico. A mi izquierda, ..."
Y luego venga a describir una consulta médica, con todo detalle, por muy nimio y protocolario que resulte. Narración punto por punto de gestos y movimientos y transcripción de conversaciones. Nada de pensamientos o sentimientos de los personajes. 
-Bueno, no sé por dónde empezar... 
Meneas la cabeza, Mmmhh. Te vuelves hacia las estanterías, rebuscas en una de las cajas grises. Sacas de ella un sobre marrón. Mientras te explico la razón de mi visita, sacas del sobre una cartulina cuadriculada con formato de postal y la pones sobre el tablón de madera pintada; sacas una pluma negra del bolsillo delantero de tu bata, desenroscas el capuchón, lo ajustas al cuerpo de la pluma, trazas una raya sobre la cartulina, marcas la fecha cerca del margen izquierdo. 
-Bueno, pues verá... 
Inclinado sobre la cartulina cuadriculada, escribes.
Visto ahora, desde la perspectiva amplia que otorga haber leído la obra completa, tampoco me parece tan grave. Tiene su "gracia" la forma de narrar de Martin Winckler que, aunque a veces parece un poco fría, otras sorprende con escenas conmovedoras. O es que, de tanto presentarnos la realidad en crudo, terminamos aprendiendo a cocinarla. A diario somos espectadores de la vida de otros, esa vida pública que se hace en calles o comercios. Y seguro que no nos importaría poder colarnos en su otra vida, la privada para, simplemente, ver lo que hacen. Aunque nunca sepamos lo que piensan o sienten. 

Esa es la oportunidad que nos da Martin Winckler, médico de profesión, en su novela: 
Asistir a las íntimas reuniones de un médico (Bruno Sachs) con sus pacientes, escuchar las alegrías y miserias de esos cuerpos enfermos o espíritus enfermos. Aprovechando entonces para recordarnos que no solo hay enfermedades físicas, sino también soledad y tristeza, y que no todo lo curan las pastillas, sino también la comprensión y la escucha.
Asistir, además, a la vida de un médico, con sus propias alegrías y sus propias miserias, más allá de su consulta (que se agradece, pues pensaba que todo iban a ser consultas y no fue así).

La novela está dividida en varias partes (Presentación, Antecedentes, Examen Clínico, Exámenes complementarios, Diagnóstico, Tratamiento y Pronóstico), cada una compuesta por varios capítulos.

Me ha gustado cómo se enfoca la historia. Cada capítulo, de longitud variable pero siempre breve, se narra desde la perspectiva de los pacientes que van a la consulta, o bien de su secretaria, o de su madre, o de un amigo, o de la dependienta de la cafetería... de todo aquel que se relaciona con Bruno. En primera persona, cada uno cuenta lo que ve en el doctor, o lo que opina de él, o los pormenores de la consulta, o, sí, también sus propios miedos e impresiones (no todo es tan aséptico como parecía al principio). Generalmente, encabezan los capítulos un número y el nombre del narrador. 

Intercalados, hay otros en los que se recogen anotaciones que el propio Bruno Sachs (que también tiene, para colmo, su corazoncito de escritor) hace en sus cuadernos. De modo que también podemos ser partícipes de sus pensamientos y de su particular (y pesimista) modo de ver el mundo. En estas reflexiones hay rabia hacia el mismo y mucha crítica sarcástica, y de algunas he disfrutado bastante. Pongo por ejemplo la cita que encabeza esta reseña, o este otro fragmento que ya transcribí en facebook mientras lo estaba leyendo:
En este país, las enfermedades, como los síndromes, llevan el nombre del médico que los ha, si no observado, al menos descrito por primera vez. Nunca llevan el nombre de la persona que los ha sufrido. Lo que muestra perfectamente hasta qué punto la enfermedad pertenece a los médicos, a una casta, a un grupo que acapara su disfrute en exclusiva. Enfermedad del profesor Fulano. Síndrome del profesor Mengano. [...] Poner a las enfermedades el nombre de los médicos, es hacer de todas las personas que se ven afectadas por ellas una especie de extensión del saber, del poder, de la gloria del médico de tres al cuarto que le ha colgado su nombre de mierda a esa porquería toca cojones. 
¿Cómo puede estar uno orgulloso de ponerle su nombre a una porquería? [...] La gente no tiene la enfermedad de equis, sino que les duele, sufren, adelgazan, vomitan, ya no duermen, lloran, nunca acaban de palmarla.
Como puede verse, emplea un lenguaje muy natural, con palabrotas incluidas. Y al hilo de esto voy a destacar la forma de narrar tan particular de Winckler, muy diferente a lo que estamos acostumbrados. Y no sé cómo voy a destacarla, porque no sé si voy a poder describirla. Para mí es muy importante, cuando empiezo a leer una novela de un escritor nuevo, notar que lo ha escrito alguien a quien no he leído nunca. Personalidad en las palabras y en la manera de combinarlas. Porque, de un tiempo a esta parte, me da la sensación de que la mayoría de los libros están escritos de forma muy similar: "cortados por un mismo patrón", suele decirse.

Martin Winckler centra la narración en los diálogos. Cuando hablamos repetimos cosas, emitimos sonidos que no son palabras (el doctor hace mucho mmmhh), usamos muchas palabras para expresar lo que se puede con pocas. Hablamos a veces muy rápido, sin parar, sin comas; o hablamos con monosílabos. Y me ha gustado la forma de Martin Winckler de representar esos diálogos en palabras, el cómo les pone ritmo; es muy real, y es algo importante, porque La enfermedad de Sachs está compuesta, en gran parte, de diálogos. 

Se disfruta mientras se lee. Es curioso, pero en ningún momento me he esperado un final sorprendente, ni he leído con ilusión por llegar al mismo para ver qué pasaba. Algo me decía que, ya que era todo un poco como la vida, el final iba a ser también un poco como la vida: nada fuera de lo normal. Así que leí y disfruté en el proceso, hasta llegar a un desenlace que sí que resultó tener sus peculiaridades.

Creo que ya he dicho todo lo que quería decir. Es una novela que me ha gustado y que creo que recordaré con el tiempo, pero a mí me gustaría saber si es sólo para médicos o también puede disfrutarla gente ajena a la profesión. La recomendaría si os ha gustado lo que he contado de ella, si no os importa poneros en la piel de un médico de familia, casi de pueblo, con lo bueno y lo malo que ello implica.

PS: Hay película basada en este libro, se titula Las confesiones del doctor Sachs y no veo modo humano (ni pirata) de hacerme con ella. Creo que la vi, pero como no la recuerdo, me gustaría volver a verla...

9 comentarios:

  1. Interesante libro, y buena reseña ^^

    Un saludo,

    Ilwën

    ResponderEliminar
  2. Ummmmm, jaja, se me ocurre que tal vez las descripciones tan explícitas se puedan asemejar con la propia historia clínica, en la que los médicos deban de ser minuciosos en sus anotaciones.
    Otra teoría que se me ocurra es que el médico sea algo perfeccionista y obsesivo.
    En cuanto a la película, HTM. Y en cuanto al libro, creo que acabaría sacándome de quicio con todo lo de las descripciones, ejejje.

    ResponderEliminar
  3. Algunos detalles que hacen me hacen desconfiar de este libro. NO se que decirte, quizás termine por leerlo pero no ahora.

    ResponderEliminar
  4. Gracias por presentármelo, habrá que tenerlo en cuenta! 1beso!

    ResponderEliminar
  5. Este me lo tengo que llevar, irremediablemente. No lo conocía pero me ha encantado lo que nos presentas
    Besos y gracias por tu aporte

    ResponderEliminar
  6. El fragmento inicial me ha gustado mucho aunque sea pesimista. Lo único que no me anima es su estilo de narración.
    Un beso!

    ResponderEliminar
  7. Me recuerda a un libro que tengo casi entre manos. También es un doctor el que comenta cosas sobre sus pacientes pero, que yo sepa, no de ese modo tan particular.
    A pesar de que no me parece un libro muy del otro mundo, me resulta peculiar, y me apetece leerlo. A si que apuntado queda. Miedo me dan esas descripciones a lo loquendo.

    ResponderEliminar
  8. @Mientras Leo Me alegro de que te guste, si lo lees estaré atenta a tu opinión!

    @Lesincele El estilo va mejorando con el tiempo, no es todo como al principio, que igual se me ha entendido mal =)

    @Bea Mendes No te preocupes, las descripciones esas van desapareciendo; si no, la opinión hubiera sido muy distinta. Me encanta eso de "a lo loquendo" jaja
    ¿Y qué libro te traes entre manos? Me he quedado con ganas de saber el título.

    ResponderEliminar
  9. Pues "Las heridas", de Norman Bethune. Aún no lo he comenzado, pero estoy a punto de terminar con un libro y, seguramente, esta semana lo empiece. A ver como se me da.

    ResponderEliminar