viernes, 22 de julio de 2011

Acciones en casa

El otro día, durante mis vacaciones en la isla canaria de Tenerife, hice una incursión en el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz. A parte de cuadros bastante expresivos del autor Carlos Matallana (la exposición se titulaba "Doble o nada"), me encontré con una habitación oscura en la que no había nada, excepto cuatro paredes negras. Pero, si uno se fijaba, al fondo había una puerta. Y si la cruzaba, se hallaba en otra sala completamente oscura, a excepción del vídeo que se estaba proyectando en ella. Algo basado en el absurdo. A unos les gustará mucho, a otros menos. En mi caso, a medias. Hay partes graciosas, otras no tanto. Juzgad por vosotros mismos:




Como el título sugiere, este vídeo presenta una sucesión de acciones que se emplazan en el hábitat ordinario de una vivienda. Son alrededor de cien acciones –algunas más o unas cuantas menos, según se lleve la cuenta–, cuya esmerada puesta en escena se encubre bajo un disfraz casual wear con las desmañadas hechuras del vídeo casero. La desordenada enumeración de los concisos enunciados o epígrafes que describen dichas acciones otorgan al conjunto un rigor voluble pero metódico. Abarcando todas las estancias del piso –del portal de la escalera al recibidor y el pasillo, de la cocina a la sala de estar, de las habitaciones al cuarto de baño–, se suceden una serie de ocurrencias entre la sorpresa y la incongruencia, el gag poético y la bufonada, la escultura de objetos y la pantomima insensata.

Nada más abrirse la puerta, un jarrón se rompe y, del interior del mismo, una pacífica paloma blanca escapa volando hasta el patio de luces. Una escultura de cazos, ollas, platos, tazas y otros utensilios alegra como fuente mágica el fregadero de la cocina. La caída de un yogur, al abrir la nevera, provoca no un dripping sino una mancha neo-geo, acorde con el embaldosado del suelo. Para la preparación de un desayuno o de una ensalada variada se acude a comida de camuflaje, predispuesta en los lugares más inverosímiles. Unos libros se suicidan, cayendo por sí solos de un estante tras verse arrebatados de uno de sus compañeros de fila. Unas copas rellenas de agua dan lugar a una breve creación sonora, a modo de concierto de cámara que emula el fundamento del arpa de cristal de la era barroca. Una leve herida en un dedo acarrea un rastro sangriento en aumento. El mobiliario es sometido a operaciones de tuneamiento y deconstrucción, y a peripatéticas gymkanas…

La sexualidad y lo escatológico cobran debida presencia doméstica, llegando a extremos contra natura en el acoplamiento de objetos: una tubería entregada a un metesaca onanista con la pared que penetra, o una tropical palmera de plástico sobre una caquita que flota en el inodoro. Unos carteles, colgados por su dorso blanco sobre la cabecera de una cama, se yerguen repentinamente y ponen al descubierto una galería de pin-ups o diosas de camioneros. Para desplazar de sitio unos muebles, se acude a una cuerda atada al mecanismo del ascensor. Una estancia es atravesada a pie pero sin tocar el suelo, sino que dando saltos sobre toda clase de muebles y objetos en la misma. Una estructura primaria incomoda la actividad de los comensales en la mesa. Y unas escenas de ennui juvenil y dadaísmo estéril dan conclusión a esta retahíla de acciones e inconsecuencias.


Detalles de la exposición:
Lugar: José Murphy, 12
Fecha de inicio: 27/06/2011
Fecha de finalización: 31/08/2011
Horario: martes a viernes 10:00 - 15:00 Sábados, domingos y festivos 10:00 - 15:00
Recinto: Museo Municipal de Bellas Artes
Artistas: David Betsue y Marc Vives

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