Llevaba meses (tal vez años) en mi estantería, a la cola de otros muchos libros, pero tenía que leerlo YA o me haría demasiado mayor para él (de hecho, es muy posible que ya lo sea). Corazón de tinta me apasionó (si hubiera aparecido aquí lo hubiera hecho con un hechizante ¡Bibliofilosis letrae! como valoración). Fue un libro que adoré, veneré, idolatré... y todos los sinónimos que se os ocurran. Me llegó al alma. Me acuerdo que mientras que lo leía lo trataba con sumo cariño, como si fuera una adorable mascota, o un amigo muy querido. Después llegó Sangre de tinta. Ese me gustó, pero un poco menos. Luego, tras un amplio espacio de tiempo en el que se me olvidó toda la trama, me tenía que poner con éste. Y me daba mucha pereza. Pero se lo debía a la trilogía. Se lo debía, sobre todo, a Corazón de tinta: ese libro que me cautivó, porque en él encontré reflejado un trozo de mi propio ser.
Esta vez, la cita del libro tiene un significado especial: ¡refleja mi propio pensamiento! Así que aquí estoy, poniendo ya punto y final a una etapa de mi vida. Tal vez no vuelva a leer libros tan juveniles como este (o sí, quién sabe). Me estoy haciendo mayor... Lo he notado porque la trama me parecía muy sencilla. Más o menos sabes que no puede pasar nada muy grave. No es un libro de adultos, sino de niños a partir de 12 años... así que poco puedes esperar. Por eso lo leí paralelamente a otro libro, por si me era demasiado pesado. Al principio me costó introducirme en la historia y recordar quién era cada personaje y su pasado. Me ayudé un poco con el índice de personajes, pero aún así no era lo mismo. La ventaja que suelen tener las terceras partes es que los personajes te son ya conocidos y queridos, has vivido muchas aventuras con ellos... pero en este caso de poco servía, si no me acordaba de qué aventuras eran esas. No obstante, poco a poco conseguí hacerme con él y el ritmo de la lectura fue en aumento. Con el tiempo, encontré en él retazos, pequeños fantasmas que evocaron el ambiente de Corazón de tinta, ese ambiente de amor a las letras que guardaba en él parte de mí misma. Aunque sea un argumento dotado de la sencillez propia de los cuentos para "niños", me reencontré con ese lenguaje peculiar de Cornelia Funke (el lenguaje de la ternura y de lo mágico) y todo fue un poco más familiar y un poco más fácil.
Otra razón que tenía para leerme este libro, por cierto, ¡es que lo tengo firmado por la autora! Lo compré en una feria del libro de cuyo año no quiero (puedo) acordarme, y ella estaba firmando ejemplares... No es que la mujer se esmerase mucho en la firma (Para [Caminante]! Concha.), pero se la perdona por no entender español (había una traductora que la ayudaba un poco).
Una de las cosas que me ha atraído, es la forma magistral en que la autora hace que sus propios personajes especulen acerca de cómo terminará su historia. Ellos mismos, haciéndose eco de nuestros pensamientos, no paran de hacerse preguntas en relación a su posible destino: ¿moriré? ¿morirá? ¿se enamorará fulanita de fulanito y vivirán felices y comerán perdices? ¿o, por el contrario, se saldrá con la suya el malvado menganito?
Y lo malo, la traducción. He encontrado bastantes palabras repetidas y expresiones mal construidas. Espero, errores que se irán corrigiendo en sucesivas ediciones.
En definitiva, creo que este libro se merece que lo califique de:
Tengo el primero en casa, pendiente de leer =)
ResponderEliminarBuena reseña!
Yo tengo apuntado el primero desde hace tiempo, peor aun no he tenido tiempo para ponerme con el. A ver si cae dentro de poco!
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