Me gustaría poder alabar Los Buenos Vecinos tanto como lo hice con Memorias del otro lado, pero me temo que esta novela autoconclusiva de Julia Pons Montoro no me ha enamorado de la misma forma que lo hicieron los primeros tomos de su saga fantástica.
Nada más empezar a leerla pienso que sí. Ahí está esa fantasía pura, con la marca de color e inocencia tan característica de la autora. Veo a Ynmóniel tejiendo fabulosos trajes que confecciona con sustancias y esencias de toda índole y materia. Ynmóniel, cuyo musical nombre también le sienta como un traje a medida. Parece que no leo sino que sueño ese segundo capítulo, al que tan bien acompañan las ilustraciones de la propia Julia.

La dicotomía entre nuestro mundo y otros mundos la comparte Los Buenos Vecinos con Memorias del otro lado. Parece que también intenta hacernos ver que lo fantástico puede ser tan real como lo que nosotros entendemos por real. Así, muestra la fantasía como algo que está ahí, que ha estado y que estará, aunque permanezcamos ciegos a ello. Esos que se hacen llamar los Buenos Vecinos encarnan una fantasía viva que, cansada de que nadie repare en ella, termina por irrumpir en lo cotidiano sin siquiera llamar a la puerta. Y le toca a Susana recibirla.
Me he sentido un poco perdida en una historia que no sabía bien dónde me quería llevar hasta que me he dado cuenta de que iba llegando a su fin. Intento explicarlo de otro modo: espero de un relato que me atrape poco a poco hasta apretar muy fuerte (en ese momento en que uno no puede escapar porque viene lo emocionante), para luego ir aflojando paulatinamente hasta dejarme otra vez libre. Pues bien, Los Buenos Vecinos me ha atrapado suavemente y después me ha soltado, pero no me ha hecho sentir que no podía escapar a sus garras de papel.
En cuanto al desenlace (siempre me gusta hablar del desenlace, cuando hay algo que decir), me pareció adecuado, pero lo que mejor impresión me dejó fueron las últimas palabras. El modo en que recuerdan a ese "y vivieron felices y comieron perdices", pero con un toque especial.
Al final tengo la sensación de que Los Buenos Vecinos funciona muy bien como historia de aventuras para niños pero no logra alcanzar la profundidad suficiente para saciar a lectores de más edad. Ese algo indefinible que tenía Memorias del otro lado lo he hallado aquí muy debilitado. Su construcción se me antoja más sencilla, el mundo en el que se sustenta, algo indefinido y tambaleante. No me convencen sus criaturas y sus leyes internas. Eso sí, la narración sigue siendo impecable, impregnada de sabor a cuento y llena de elementos que estimulan la imaginación: en varias ocasiones me he admirado de la creatividad inagotable de la autora.
3,5