Supongo que no os extrañará que esa no fuera una de las palabras que Tempi y yo habíamos intercambiado en el ciclo pasado. Me planteé mentir, pero no habría podido.
-Dice que tu madre es una persona a la que los hombres dan dinero a cambio de tener relaciones sexuales con ella.
Tempi miró al mercenario y asintió con la cabeza.
-Eres muy amable. Gracias.
El rostro de Tam se ensombreció, como si sospechara que se estaban burlando de él.
-Cobarde. Por un penique abollado te daría tal paliza que no te encontrarías la polla.
Tempi se volvió otra vez hacia mí.
-No entiendo a este hombre -dijo-. ¿Qué quiere, tener relaciones sexuales conmigo? ¿O quiere que peleemos?"
No puedo decir que después de leer El nombre del viento me quedase con muchas ganas de leer su continuación. Y no porque hubiese sido una mala lectura, de ningún modo. Simplemente, no me quedé demasiado intrigada por saber más. Sin embargo, sí que me gustó el estilo de este escritor, porque tiene un no sé qué poético que, ahora sí, ha terminado de cautivarme: aunque no las tenía todas conmigo y enfrentarme a un ejemplar tan gordito me daba pereza, al final resultó ser una muy buena lectura.
Me ha gustado más que la primera parte. Para conseguirlo, el autor lo tenía tan sencillo como continuar desarrollando la trama de la Universidad, que fue mi favorita en El nombre del viento. Sólo tenía que darle protagonismo al excéntrico profesor Elodin, o a la huidiza y tierna habitante de los tejados, Auri. Dos personajes que poco a poco se están ganando en mi mente el puesto de "míticos". Sí, Kvothe continúa sus andanzas en la Universidad, con una dinámica bastante similar a la anterior novela, pero sería demasiado monótono y poco original si nuestro héroe no se moviera del sitio, ¿no? Así que Patrick lleva a su personaje de viaje por otras tierras, algo a lo que yo le tenía miedo pues no me gustó mucho cómo lo había hecho en la primera parte.
El lector sigue a Kvothe; deja atrás la Universidad (teniendo que soportar la lejanía de Elodin y Auri) y se adentra en Vintas. Y, en la ciudad de Severen, asiste a una nueva función en la que Kvothe tendrá que usar todo su ingenio para relacionarse con la alta nobleza. Y ahí se cuece de todo...
Aunque disfruté mucho de sus enredos en Severen, aún me esperaba lo mejor: conocer a Tempi. Este mercenario adem ha sido todo un descubrimiento. No solo él, sino toda la civilización de Ademre. Kvothe lo conoce al verse obligado a liderar un grupo de mercenarios para cumplir una misión en el bosque, y poco a poco va descubriendo lo que se esconde detrás de la aparente insociabilidad de su taciturno compañero. Después tendrá que acompañarlo a su hogar, y verse sumergido de lleno en una cultura muy distinta a la suya, que pone patas arriba su (y nuestra) concepción sobre lo que es correcto y lo que no.
Aparece en este punto todo un abanico de ideas que despiertan debates internos en el lector; además, la cultura adem me ha recordado mucho en algunos aspectos a la oriental (aunque no soy ni mucho menos conocedora de la cultura oriental, más bien se trata de una intuición). Por ejemplo, la disciplina de lucha que ellos llaman Ketan, y que consta de movimientos con nombres tales como Oso Dormido, Nieve que Cae o Gorrión Golpea al Halcón. O el camino del Lethani, que es un término espiritual tan difícil de definir como el amor. En fin, que me lo he pasado en bomba y hasta he terminado hablando con la gente en términos como "eso no es del Lethani".
Pero algo que me ha impactado mucho de la cultura adem es la forma de comunicarse. Me ha parecido un punto muy interesante que ha dado mucho juego a la novela y personalidad a Tempi y a todos los adem. Y no digo más porque creo que es mejor llevarse la sorpresa durante la lectura.
Patrick sabe crear personajes que gusten a lector; al menos, a mí todos me han parecido muy bien conseguidos y cada uno tiene sus peculiaridades que lo hacen único y entretenido de leer. También me ha dado la sensación de que se profundiza más en la relación de Kvothe con sus amigos de la Universidad y en la personalidad de los mismos, que antes me parecían bastante pasivos y un poco indistinguibles entre sí.
El único pero que les pongo a ambos libros es que no me gustan los "interludios". Los momentos en que se corta la historia y vemos al Kote del presente son necesarios y seguro que importantes en el desarrollo de la historia, pero no podía evitar decepcionarme cada vez que me encontraba uno de esos capítulos. No termino de conectar con los personajes de la taberna, con Bast o Cronista, aunque tampoco me parecen malos personajes.
Patrick Rothfuss ha logrado conquistarme. Lamenté mucho no poder ir a la firma que hizo en Madrid, porque encima coincidió con el momento en que me estaba leyendo el libro y tenía una pregunta muy interesante que hacerle (SPOILER ¿Cómo sonreiría un adem con la mano?). Aunque escribe de forma aparentemente sencilla, introduce alguna que otra preciosa metáfora y sus letras transmiten el cuidado y el cariño que les dedica a sus historias.