viernes, 26 de julio de 2013

Al despertar

En su dormitorio la oscuridad era completa, excepto por el patoso rayo de sol que, sin quererlo, se había colado por una rendija entre las persianas. 
Lo agarró y tiró de él con todas sus fuerzas. 
—Te pillé –exclamó. 
Había atrapado una estrella.

viernes, 12 de julio de 2013

Cuéntame una noctalia; de Mónica Gutiérrez

"Teresa aparece de la nada, nos saluda contenta y pone sobre la mesa lo que ha decidido que necesitamos. Para Denninson un café con mucha leche, coronado con espuma cremosa, y un cruasán. Para mí un té de bergamota y un bollo de canela.
[...]
Yo no he pedido...
En el Sinaloa nadie pide, Teresa adivina —le susurro con rapidez antes de que meta la pata—. Podría cambiar el pedido pero sería una afrenta espantosa, algo nunca visto en este café desde hace cinco siglos.
El capitán me mira impasible y duda antes de llevarse su tazón de café con leche a los labios.
Sabe que los americanos tenemos miedo de ese café europeo espeso y negro como el alquitrán, ¿verdad?
Pruebe lo que le ha traído Teresa, capitán.
Denninson obedece y da un largo sorbo a su taza. Visiblemente complacido, me mira feliz y se atreve a morder con ganas su cruasán."
SINOPSIS
Grace vive en Londres y trabaja como cirujana de éxito en uno de los hospitales más prestigiosos de la ciudad pero se siente sola. En vísperas de Navidad decide volver a su pueblo natal, una pequeña aldea de Transilvania, donde viven sus abuelos y su padre. Grace se reencuentra con su infancia, con una vida plena y feliz, con su familia. Pero además de los excéntricos vecinos del pueblo, la mula de Cesare, el cotilla del farmacéutico y los misterios de su padre y su hermana, Grace va a encontrarse con algo que no esperaba y que trastocará todos sus planes.
"Cuéntame una noctalia" es una historia divertida y llena de ternura que seduce por el encanto de sus protagonistas y por un entorno mágico, cálido, del que cuesta muchísimo marcharse.
Lector, puede que el pueblo de Grace no salga en todos los mapas pero la felicidad y el amor saben llegar a cualquier sitio.

Con las críticas tan favorables que estaba cosechando, esa portada y ese título tan sugerentes, y tratándose de la primera novela publicada de Serendipia, una compañera bloggera cuyas reseñas son de lo más personales y bien logradas, tenía mucha curiosidad por leer Cuéntame una noctalia.

La mayoría de las reseñas que he leído comienzan explicando qué es una noctalia así que, en un alarde de falta de originalidad, haré lo mismo. En realidad, es necesario que lo sepáis para continuar con mi opinión:
Las noctalia son los cuentos que se explican desde siempre alrededor de un buen fuego. Para que sea una verdadera noctalia, deben darse tres condiciones indispensables: que sea de noche, que haga frío y que todos los que estén sentados escuchando estén cansados. Sólo así la noctalia da consuelo, porque siempre encierra un mensaje de esperanza. Como un faro, una luz cálida para los que están perdidos y exhaustos, en busca del camino.
Supongo que esta novela fue concebida como tal: una noctalia. Y puede que esperara de ella algo más porque, aunque en algunos aspectos he encontrado lo que buscaba, en otros no he quedado completamente satisfecha.

Cuéntame una noctalia ahonda de manera delicada y correcta en los personajes y los escenarios, que son los pilares sobre los que se sostiene la narración. Sin embargo, para mi gusto, le falta una trama a la que el lector pueda agarrarse; un nudo que le dé consistencia a la historia.


En cuanto al argumento, no puedo aportar mucho más que la sinopsis. Grace decide dejar atrás su vida en Londres para regresar con su familia a Mic-Napoca. El pueblo de su infancia no aparece en todos los mapas y, sin embargo, un día varios helicópteros con soldados americanos aterrizan en el campo de heno de Cesare. Grace tendrá que hacer de traductora, pero también enfrentarse a sensaciones perturbadoras... Se desenvuelve una historia de amor disimulada, que atraviesa las letras a pasitos cortos y silenciosos, tierna, sin hacerse notar de forma demasiado apasionada. He de decir que la parte masculina se ha convertido en mi personaje favorito de Cuéntame una noctalia; me ha llegado su mezcla de fuerza y debilidad, de enormidad y delizadeza.

Ya mencioné que tanto los personajes como los escenarios eran el punto fuerte de la novela. Y es que Mic-Napoca, lugar de hogares acogedores y afables habitantes, con su farmacéutico cotilla, un locutor de radio que pone al lector al día de las novedades, Teresa y su Sinaloa (la cafetería de la que siempre se sale más feliz de lo que se entró), un abuelo que lee La Odisea desde detrás de sus gafas de concha... es el protagonista auténtico de Cuéntame una noctalia.

Como en cualquier novela autopublicada existe riesgo de que se cuelen erratas, y en esta también las hay, pero no hasta el punto de entorpecer la lectura. El lenguaje, en primera persona, es sencillo pero cuidado


El final aparece ante los ojos del lector sin sobresaltos, pero me ha parecido que, dentro de la tónica general de la novela, está bastante bien llevado y es original

Se trata, en fin, de una novela cortita cuya lectura me he tomado con calma y que, si bien no se hace pesada, sí que esperaba encontrarme con algo más contundente y, a medida que leía, iba dándome cuenta de que tal cosa no iba a ocurrir, porque la intención de la autora era probablemente otra: sumergirnos en la apacible población de Mic-Napoca, entre casas de piedra y cafés y chocolates cálidos mezclados con el frío del invierno.

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*Pinchar aquí para acceder a Cuéntame una noctalia en Amazon.
**Pinchar aquí para acceder al blog de la autora.

sábado, 6 de julio de 2013

Sorteo Gálora: afortunada ganadora

No sé cómo se anuncian estas cosas con emoción. Supongo que escribiendo un montón de palabrería sin sentido antes de poner la captura de pantalla con el número de la suerte. Claro que hay quien se salta la palabrería y va directamente al grano. De hecho, es posible que esté escribiendo sola. Ya habréis descubierto la sorpresa e incluso habréis cerrado esta ventana, tal vez con desilusión, o tal vez para abrir vuestros correos y comunicarme vuestra dirección postal. Por cierto, que la ganadora habrá de hacerlo en el plazo de 6 días a partir de la publicación de esta entrada (la vez anterior dije 3, pero amplío el periodo por si hay alguien de vacaciones). 

Vale, vale, ya me callo.

Voy al grano:

Candidatas

Mientrasleo. 20 puntos. Números del 1 al 20
Evey Morgan. 9 puntos. Números del 21 al 29.
Lesincele. 19 puntos. Números del 30 al 48
Angelina. 18 puntos. Números del 49 al 66.
Ester. 10 puntos. Números del 67 al 76.
Chibiaka. 17 puntos. Números del 77 al 93.
Carmen Forján. 9 puntos. Números del 94 al 102.


Ganadora
FELICIDADES CHIBIAKA
¡Esperamos que disfrutes del viaje por las tierras del Continente! 

Sorteo Gálora: lista definitiva de participantes

Después de publicar el pasado fin de semana la lista provisional, algunos más se han animado a participar. Así que estos son los que finalmente optan al premio del sorteo, cuyo resultado intentaré publicar entre hoy y mañana, si no hay problemas:

He visto que los puntos que habíais contado algunas eran distintos, así que aquí os coloco de nuevo el esquema que he usado:
  • 3 x participar: Mientrasleo (M), Evey Morgan (EM), Lesincele (L), Angelina (A), Ester (E), Chibiaka (C), Carmen Forján (CF). 
  • 2 x seguir blog autora: M, EM, A, E, C. 
  • 2 x gustar facebook Gálora: M, L, A, C, CF. 
  • 2 x gustar facebook Alberto Santos: M, L, A. 
  • 1 x seguir twitter autora: M, L, A. 
  • 2 x seguir este blog (antiguos): M, L, C, CF. 
  • 1 x seguir este blog (nuevos): EM, A, E. 
  • 1 x seguirme en twitter: M, L, A, C. 
  • 2 x top bibliófilos: M, L, CF. 
  • 2 x comentar reseña: M. 
  • 2 x comentar entrevista: L. 
  • 4 x banner: L, E, C. 
  • 3 x anuncio facebook: A. 
  • 3 x anuncio twitter: M, EM, A, C.

¡Gracias a todos y mucha suerte!

viernes, 5 de julio de 2013

Se recetan sonrisas

–Buenos días –entona al unísono el matrimonio que entra en la consulta.

–Buenos días –las mismas palabras suenan alegres, salen bailando de la boca de la doctora. Ella les envía una sonrisa junto con la invitación a tomar asiento y, simultáneamente, intenta reducir a desorden el caos de la mesa.

Una mujer y un hombre. Aprovecho para asustarme observando al paciente, ajena al prodigio que va a acontecer ante mis ojos; ante los de fuera y los de dentro, que ven lo profundo. Y es que mi maestra en las artes médicas prepara una lección magistral de las que no se olvidan. Aunque, a la vista de su rutinario quehacer, se diría que ni siquiera percibe la magia que se está removiendo en su interior, ese hechizo de hada buena que en pocos minutos conjurará.

Y lo contemplo a él. A su boca recta. A su gesto adusto.  A sus ojos duros. Estoy segura de que sus labios son de piedra; de una en la que es imposible cincelar esa entrañable curva cóncava hacia arriba que es la sonrisa. Apostaría por una voz áspera y cortante; ya la veo, toda colmillos y mirada fiera, agazapada sobre su lengua.

–Y bueno, cuénteme, Julio, ¡qué le sucede!

El tono que ella emplea me hace sentir incómoda. Eso, unido al brillo alegre de sus ojos y a la risa incipiente que hace vibrar amenazadoramente sus fonemas. Creo que Julio se va a enfadar. Mucho. Pensará que la doctora se está burlando de él. Regodeándose en su dolor. Porque parece que está, el dolor, en alguna parte de las entrañas de Julio, dale que te dale, golpeando. Lo digo por cómo se aprieta con la mano la base de la espalda, y luego la rodilla o qué sé más…

– Me duele todo, todo. Mire, es que este dolor…

Ataque directo:

– Julio, ¡está usted muy serio! Qué pasa, ¿está enfadado?

Y aparece. Bueno, realmente, ya estaba ahí. Pero crece. Y crece, y crece. Una sonrisa, enorme, como un globo que se hincha. Las comisuras de su boca se separan una de otra tan rápido que no da tiempo a reaccionar. Y el globo explota, y toda la risa se derrama por la consulta. Algunos trocitos incluso llegan hasta las vecinas…

Me taparía los ojos. Los oídos. Pónganse a cubierto…

Pese a todo, es imposible que mis labios y los de la esposa no se curven. Los de él, se empeñan en no hacerlo.

–Ay, sí. Es que él es así. Muy serio. Mira que le digo que tiene que tener un poco de buen humor…

–Es que, usted no sabe lo que es esto. No se lo desearía a nadie, a nadie.

Este gran conocedor del dolor desgrana con detalle las características del suyo, del más intenso, desesperante y desolador de todos los que ha padecido. Y los ha tenido, a lo largo de su biografía, muchos y de diversa índole, pero ninguno de semejante abolengo, como ese rey de los dolores que ha conquistado ahora el reino de su cuerpo maltrecho.

–¡Y pensé que aquel –uno ya pasado – era horrible! Pues ahora– se lamenta – me doy cuenta de que no tenía ni idea de lo que algo podía doler… Ni de esta postura, ni de aquella… es un sufrimiento continuo. De verdad que no se lo desearía a nadie, a nadie –repite.

Mientras tanto, aún la doctora no ha perdido la sonrisa y sus palabras de aliento siguen danzando alegres, desde su nacimiento en la lengua hasta su perecer en el oído de Julio.

Mientras tanto, hay una cuestión que se obstina en ser el origen de mis temores: ¿puede uno reírse, tiene uno tan solo el derecho de bosquejar una expresión alegre en su rostro frente a semejante surtidor humano de desdicha? 

Sin embargo, y pese a mi escepticismo, el tiempo termina por demostrar la sinrazón de tales miedos. Obtendré, más tarde, respuesta a mi pregunta tras formularla ante la recetadora de sonrisas, todavía arrobada e incrédula aun tras ver los resultados con mis propios ojos. Porque tal es el poder de la brujería del sonreír; del reunir toda la felicidad que uno encuentra en sí y lanzarla alrededor a puñados, como una lluvia de confeti.

Julio no se ha enfadado. Su gesto adusto únicamente ha mudado a sobrio: sin sonrisas de por medio. ¡Se empeña en ponérselo difícil a la doctora! Sin embargo sí acontece un cambio y, por alguna razón que mi memoria ha dejado escapar, el curso del diálogo vira para internarse en temáticas mucho más jugosas, amén de gratamente familiares.

Sí… lecturas y lectores.

Julio se revela como un ávido lector. Acostumbra además a recitar las historias en voz alta; su mujer por público. Yo no lo puedo evitar y fantaseo con esa escena tan bucólica de palabras invocadas en la intimidad del hogar. A esas alturas la pareja ha acaparado mi atención, alcanzando, con una flecha inconsciente pero acertadamente arrojada, la médula de mi expuesto espíritu literario. Y tampoco puedo evitar intervenir, si bien con cierto reparo, para hacerle saber a Julio acerca de ese espíritu, invisible a sus ojos.

Entonces, se desata una conversación extraña acerca de la lectura. Y, pese a que no está al alcance de mis recuerdos reproducirla en sus términos exactos, sí que me gustaría dejar constancia de la extremada sensibilidad de Julio cuando lee. No pretendo exagerar al decir que, por cómo lo cuenta, casi con tanta pasión como su dolor real, pareciera vivir las novelas en carne propia. Dime quién soy está leyendo, de Julia Navarro, y para él es un auténtico tormento afrontar las peripecias de sus personajes, sean cuales sean, pues yo no las conozco, pese a que dispongo del libro y seré testigo curiosa de las mismas en cuanto me sea posible.

Empiezo a preguntarme por qué Julio lee, con todo lo que parece hacerle sufrir; por otra parte, envidio su extraordinaria capacidad de vivir mil vidas intensas sin moverse del salón de su casa. Me recuerda un poco Lengua de Brujo, oriundo de Corazón de Tinta, que traía a la vida real a los personajes de las historias que leía en voz alta…

Mas todo lo bueno se acaba, esto va de Medicina, y es tiempo de despedirse y de pensar, con pena, que tal vez no vuelva a encontrarme con Julio y su particular forma de vivir las páginas escritas. Se aproxima el final de la función, el momento en que los interrogantes se cierran y los intérpretes hacen mutis.

Pero, ¿Julio sonrió? Siento decir, una vez más, que no estoy segura de ello.

Lo que sí puedo afirmar es que aquellas sonrisas, risas e incluso carcajadas fueron, de un modo u otro, contagiosas. Sí, incluso para él.

Que las últimas palabras de Julio antes de abandonar el escenario estuvieron llenas de gratitud, halagos y buenos propósitos.

Que la felicidad es el mejor remedio contra la enfermedad.

Entré hundido, y ahora me voy mucho más contento. Y voy a intentar no discutir más con mi mujer y estar menos serio. Todo gracias a usted. Ojalá todos los médicos fueran como usted.

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*Este relato está basado en hechos reales, si bien no reproduce con fidelidad los mismos en sus detalles más específicos. Los nombres propios de persona los he omitido o modificado, y su parecido con la realidad, de existir, es totalmente casual.

lunes, 1 de julio de 2013

El brillo de las luciérnagas; de Paul Pen

"-¿Podré verlos algún día?- insistí sin hacerle caso.
Ella tragó saliva. Me peinó el flequillo con la mano.
-Ya los estás viendo- contestó.
Tocó la imagen de la luciérnaga frente a mí.
-Me refiero a verlos.-Acentué la entonación en la última palabra para que entendiera a qué me refería. Aunque ella ya lo sabía.
-En realidad no los verías aunque estuvieras allá fuera.
-¿Por qué no?
-Es imposible verlo todo. La gente conoce las cosas por los libros. Igual que tú."
SINOPSIS
Es un niño de diez años curioso, inteligente, soñador y muy imaginativo. Sería un niño como cualquier otro si no llevara toda su vida encerrado en un sótano impenetrable junto a sus padres, sus dos hermanos y su abuela, todos horriblemente desfigurados por un misterioso incendio del que nadie habla. Pero la vida oculta de la familia va a cambiar: su hermana acaba de dar a luz, el Hombre Grillo acecha peligrosamente en las sombras y él recibe la visita de unas misteriosas luciérnagas, cuyo potente brillo le animará a intentar escapar del sótano en busca de la verdad.
Tengo diez años y llevo toda mi vida dentro de este sótano. Vivo en la oscuridad con mis padres, mi abuela, mi hermana y mi hermano. Todos están desfigurados por el fuego. Mi hermana lleva una máscara blanca para tapar sus quemaduras, porque papá dice que su cara podría asustarme. 
 Me gusta mi cactus. Me gusta leer mi libro sobre insectos. Y tocar durante horas el único rayo de sol que se filtra por una rendija del techo. Pero desde que mi hermana tuvo al bebé, todos actúan de forma extraña. Creo que me cuentan mentiras sobre quién es el padre, sobre el Hombre Grillo que acecha por las noches, sobre lo que sucedió antes de que yo naciera, sobre por qué estamos aquí encerrados. 
 Por lo menos tengo a las luciérnagas. Llegaron hace unos días al sótano y las he guardado en un bote. Como dice mi abuela, no existe criatura más fascinante que aquella que es capaz de crear luz por sí misma. 
 Esa luz me anima a conocer el mundo exterior, escapar, descubrir qué le sucedió a mi familia. Lo malo es que aquí todas las puertas están cerradas. Y no sé dónde voy a encontrar una salida...
¿Qué tienen en común un tarro de cristal, un bote de talco, un huevo y una zanahoria?

No, esto no va de chistes. Y la respuesta tampoco es que los dos primeros son recipientes y los dos segundos se comen. Os diría: "Ale, ale, id a leer El brillo de las luciérnagas y después me contáis." Y, si lo hicieseis, estos cuatro prosaicos, anodinos e insulsos objetos no volverían a significar lo mismo. Habríais visitado el sótano, para después salir de él y ver el mundo con otros ojos.

El brillo de las luciérnagas llegó a mis manos del modo más especial que un libro puede llegar a las manos de alguien: entregado por el artífice de la historia que contienen sus páginas. El escenario, la Feria del Libro de Madrid. Pero eso es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

Dicen que la portada se asemeja a la de El silencio de los corderos. Es posible que me recordara vagamente a algo, aunque no hubiera caído en el detalle yo sola. Sea como fuere, a mí me parece preciosa y adecuada. Además, cuando caminaba con el libro en la mano, me gustaba mirarlo de vez en cuando. Y es que me sorprendía ese color amarillo llamativo, que conseguía generar la ilusión de que verdaderamente las luciérnagas de tinta estaban emitiendo luz.

Y sí, dejo ya de lado los asuntos sentimentales y estéticos, que estamos aquí para hablar de la novela de Paul Pen. Ya os digo que tengo mis pegas (de lo contrario esto no tendría gracia, sería un aburrido "vivieron felices y comieron perdices"), pero que en general me ha gustado mucho. Y eso, en una época en la que yo era un "ojo de mal asiento" que saltaba de libro en libro sin encontrarse cómodo en ninguno, tiene su mérito.

Cuando abres la cubierta de El brillo de las luciérnagas sabes que estás entrando a un sótano oscuro y cerrado, en el cual vas a quedar atrapado. Lo sabes y no te importa, porque, ¿qué mejor que quedarse atrapado en un libro? Desde el principio, las paredes subterráneas te cercan y la puerta se sella a tus espaldas... Y ahí dentro encuentras la penumbra de un hogar; un hogar oscuro, pero hogar al fin y al cabo; los miembros que lo forman, sin nombres, casi sin rostros, en una reunión familiar que se te antoja inquietante. 

¿Qué significa esto?, te preguntas. ¿Ha llegado el fin del mundo? ¿Les mantiene cautivos un malvado científico loco? ¿Tienen fobia social? ¿Ha habido una invasión extraterrestre? ¿Están todos locos? ¿¡Qué pamplinas hacen ahí abajo!?

Te acompaña un niño de 10 años. Nació allí. Para él, ese lugar es el mundo entero y no existe más. No conoce qué hay detrás de la puerta de la cocina; de dónde viene ese aire distinto que se cuela por algún recoveco de las ventanas cegadas con cemento. Por el momento, a él sólo le importa que tiene una madre, un padre, una abuela y hermanos, que es feliz con ellos, y que puede comer -y oler- la crema de zanahoria de mamá y sentir en los dedos el roce de la cicatriz de pelo de la cara de papá. Le gusta la mancha de luz que recorre el suelo a lo largo del día y sólo le da miedo el Hombre Grillo. Él no, pero los demás habitantes de su mundo diminuto tienen la cara quemada, y a su hermana la obligan a cubrírsela con una máscara blanca en todo momento, especialmente cuando el pequeño está presente. Ella, además, está embarazada, y pronto da a luz a un nuevo miembro de la familia.

¿Existe realmente el Hombre Grillo? ¿Qué o quién es responsable de tamaña desgracia familiar? ¿Quién es el padre del recién nacido? Las preguntas no paran de surgir como un surtidor de la mente inquieta del lector, y también lo rodean y lo atrapan y lo obligan a seguir leyendo, ansioso de respuestas.

A medida que avanza la historia, el infantil narrador va haciéndose más preguntas y atisbando fragmentos de conversaciones sospechosas entre los mayores. Los miembros de su familia tienen cada uno sus peculiaridades: la máscara de la hermana, el extraño comportamiento del hermano  mayor (que hace pensar que algo malo le pasa a su cabeza), la severidad de su padre, la ceguera de su abuela y el cariño de su madre. No obstante, hay una tremenda variabilidad en las opiniones que los personajes le merecen al lector, y las simpatías hacia unos y otros irán variando...

No faltan las referencias a la literatura, apareciendo títulos como El mago de Oz, Narnia o Viaje al centro de la tierra. Y allí abajo el tiempo transcurre entre novelas, películas de vídeo y carreras en la bicicleta estática para mantenerse en forma. También empiezan a aparecer luciérnagas, que el niño va atesorando en un bote e intenta mantener en secreto, por miedo a que sus padres le arrebaten esa luz tan especial.

El libro consta de varias partes de extensión desigual; los capítulos tienen una longitud mesurada. El hilo temporal da dos o tres saltos del presente al pasado. Durante gran parte de la narración se emplea la primera persona porque es ese niño sin nombre quien nos lo cuenta todo, aunque en un determinado momento de la trama hay un cambio a narrador omnisciente. Ya conocemos la dificultad que entraña intentar meterse en la mente infantil: a veces al escritor no le sale y crea una especie de niño superdotado, sabelotodo, poco realista. Pues me atrevo a afirmar, casi sin dudarlo, que este no es el caso. Es una de las mentes infantiles mejor logradas que he leído. Su inocencia, su manera de pensar, de imaginar, de creer... Es un niño. Simplemente, se le escapa lo que para nosotros es tan evidente.

Resulta innegable el mérito que tiene haber logrado construir una historia en el marco de un espacio tan limitado y empleando tan pocos personajes (que son la familia y algún secundario con muy escaso papel). No una historia a secas, sino una que mantenga al lector interesado en todo momento, porque no decae. Una que, además, está envuelta en un halo de misterio en el sentido de que uno no sabe a qué atenerse, si de repente aparecerá un ser sobrenatural: existe una continua incertidumbre entre fantasía y realidad. Un planteamiento que me ha parecido tremendamente original.

Pero, como esto se está volviendo tan bonito como una de esas empalagosas historias de amor, voy a decir la pega ya: el final, que no ha sido tan impactante como pensaba. Es algo a lo que creo haber encontrado explicación. No es que sea un final mal llevado: lo que ocurre es que las respuestas a las preguntas finalmente van haciéndose patentes y, como lo hacen poco a poco, el impacto se distribuye durante muchas más páginas en vez de concentrarse en las últimas.

Así y todo, no es algo para tomarse a la tremenda y, en su conjunto, ha sido una de las lecturas más satisfactorias que he disfrutado últimamente. Porque no todo son secretos e intriga; también  hay buen empleo de las letras y perlas de esas que tanto nos gustan a los lectores. Una novela de las que se pueden recomendar prácticamente a cualquier lector; muy difícil que no guste. Y es que cada uno vivimos en nuestro propio sótano, en el cual nos encontramos seguros. Porque nos protege de los horrores del exterior, aunque simultáneamente no nos deje ver las maravillas.