Cuando nos sumimos en la sábana agobiante de la oscuridad, sólo la luz puede salvarnos. Debemos echar mano de las velas en ese momento. Pero no hemos de olvidar que para echar mano de ellas debemos llevarlas con nosotros. Siempre.
También necesitan nuestros cuidados. Tenemos, evidentemente, que mantenerlas encendidas si queremos que nos alumbren. Por sí mismas no pueden más que irse consumiendo, devorando la cera y el oxígeno que les da alimento hasta que no les quedan más nutrientes que la muerte. La luz muere y llega la oscuridad. No lo permitamos. Mantengamos la llama brillante, pues la lucecilla bailarina zigzagueando en nuestra vida puede llegar a ser importante. Si no nos damos cuenta ahora, lo haremos entonces, cuando su danza anaranjada desaparezca y con ella se apaguen los colores de nuestra vida.
Es verdad que a veces hay muchas llamas. Demasiadas llamas que mantener. Demasiado poco tiempo para hacerlo. También es cierto que hay llamas más potentes; otras más luchadoras. Si han sido tratadas suficientemente bien, tal vez resistan algo más de lo normal nuestra ausencia, sin consumirse en el olvido. Pero, tarde o temprano, acaban sucumbiendo. Nos necesitan.
Desgraciadamente, a veces nos toca vivir la muerte de una. Vemos como tiembla y se debilita. Titila. Envía sus últimas llamaradas de socorro. Intentamos ayudarla, hacer saltar la chispa que la salve, pero por más que lo intentamos la chispa no se forma. A veces la llama resurge, pero en unos segundos vuelve a declinar. La estamos perdiendo. Hacemos todo lo posible para recuperarla, aun sabiendo que el fin ha llegado para ella, pero no podemos hacer más. Lo sentimos de verdad, pero ella se va. Sentimos pesar por la marcha de una vela que alumbró tantas de nuestras horas de oscuridad.
Finalmente hemos de asumirlo. La vela es ahora la de un barco que navega a la deriva, empujado por el viento en cualquier dirección menos la que lo lleva a nosotros. Lo vemos alejarse en un mar tempestuoso cubierto de nubes grises y cielo oscuro rajado por los rayos. Allí en el horizonte, probablemente, la espere alguien que sepa cuidarla mejor.
Es increíble; verdaderamente he sentido tu texto...
ResponderEliminarHe sentido como si realmente perdiera una vela mientras lo leía. He sentido el vacío que dejaba, y la melancolía posterior...
Tu texto me ha hecho sentir algo que no me había ocurrido antes...
Sinceramente, creo que esto es digno de una enhorabuena por mi parte.
Hasta luego... :)
Ohhhh, qué bonito! :)
ResponderEliminarGreat! You've made me feel the same Transeúnte has felt. Congratulations!
ResponderEliminar