Un ser melancólico asomado al abismo, a las fauces de un paisaje, puede sentir su abrazo si presta atención.
Hace murmurar a los árboles y provoca los estremecimientos que recorren las verdes y húmedas briznas del prado.
Las rocas y el agua adquieren formas insólitas cuando él las toca.
Se atreve a penetrar cualquier barrera; siempre encuentra el resquicio apropiado.
El viento se desliza, vuela, salta, se agazapa, gira, da una voltereta, acaricia, corre veloz, mueve una rama, besa una flor, se lanza al abismo, sube, empuja una nube, baja, se balancea, flota, hace y deshace... en interminable vaivén. El viento, como la propia existencia, es impredecible y cambia constantemente.
Tal vez pudiera uno adaptarse mejor a la vida siguiendo su ejemplo.
HOla de nuevo!!
ResponderEliminarME gustan mucho tus reflexiones, pero ésta especialmente.
Las palabras qeu has usado tienen una fuerza increible, y nunca había concebido al viento de esa forma.
Me encantaaaaaaa *O*
esta muy bueno
ResponderEliminar